¿Tarde de cine?

me gusta el cine, me encanta ir a ver una película a una sala repleta y disfrutar de un relato en una pantalla grande, de ésas de las que los ojos no pueden escaparse. Desde pequeño el cine ha formado parte de mi forma de relacionarme con la gente. Amigos, novia, familia. Una tarde de cine era un plan difícilmente mejorable entonces.

¿Y ahora qué? Pues ahora sucede que, aunque sigo teniendo amigos, novia y familia, ya no me apetece ir al cine. Voy casi por inercia. Cuando alguien lo propone digo, vale, vamos, pero casi siempre sé lo que me voy a encontrar. Un bodrio. Y no es que me haya vuelto tremendamente exigente en cuanto a la calidad de las películas. No soy de ir a ver películas checas de autor. Me sirve una buena ración de mamporros un día, un drama inteligente otro día y una fantástica al siguiente (abstenerse comedias, eso sí).

¿Qué ha pasado entonces? Pues lo dicho, que este año sólo hay bodrios en pantalla. La prueba es que este fin de semana me he quedado en casa y he visto dos películas que antaño me hubieran parecido tan sólo pasables y que, sin embargo, me dejaron una estupenda sensación. Una de tiros a la francesa con Jean Renó sobre un guión de Luc Besson ( "Wasabi" ) y la otra en plan Hitchcock, "Casa de juegos", de David Mamet.




¿Tan difícil es contar una historia? Este año sólo he visto una película que me haya gustado. Curiosamente es española, "La Torre de Suso", de la que ya hablé en el blog. Luego se quejan de que la gente no va al cine.