inmigración, con perspectiva

"Una sociedad que no apuesta por lo novedoso,
que no se atreve a imaginar,
no logrará el desarrollo"
Andrés Roemer

cuando paseo por las calles de la ciudad me encuentro una juventud algo diferente a la que yo viví. Una nueva generación mestiza aparece en parques y colegios. Son los hijos de los inmigrantes. La verdad es que no veo síntoma alguno de desintegración en estos chavales. Lo normal es verles mezclados con los hijos de los españoles, no aislados entre ellos pues parece que los niños no entienden de palabras y conceptos complicados y simplemente forman grupos con cerebros afines, no con pieles afines. Y no hablo sólo de lo que sucede en barrios populares. Si vas a la Moraleja un día de cole y pasas cerca de un colegio, verás que abundan los chavales con rasgos orientales o sudamericanos y también están mezclados con los hijos de españoles. Lo raro sería lo contrario, pues lo normal (al menos en este país) es que uno tenga amigos de su misma clase social, sean blancos, verdes o coloraos. Extraño sería que un asiático de clase alta se juntará con dos españoles de clase baja. De hecho, tendrían realmente difícil siquiera el conocerse, al vivir en distintas partes de la ciudad, e ir a distintos colegios.

Esto ha sucedido a lo largo de la Historia, los hijos de los reyes se han casado con otros hijos de reyes, fueran del país que fueren, pues lo importante no era su origen geográfico, sino la casta a la que pertenecían. Imagino a la pobre Victoria Eugenia, cual émula de Victoria Beckham, viniendo a casarse con Alfonso XIII. Buen mozo y buen heredero he cazado, pensaría la inglesita, antes de advertir que reinaba en el país del ajo, de la suciedad y del atraso. Probablemente se dio cuenta tarde de que Alfonso también era español. Y así nos fue durante años, una élite con gustos europeos en un país con atraso africano.

Anécdota: hace unos años, antes de la oleada de inmigrantes que ha llevado este país de 42 a
47 millones de habitantes, me encontraba oyendo un programa de radio junto a mi padre. Hablaban del racismo, más centrado entonces en el tema de los gitanos y de los negros (entonces aún pensábamos en racismo en términos de raza y no de bolsillo). Pues bien, una vez abierto el turno de intervenciones de la audiencia, llamó una señora que se identificó como "pudiente". Contó la señora que vivía en el centro de Madrid, y que junto a su casa habitaban un diplomático de un país africano y su
familia. La señora relataba que había hecho gran amistad con la esposa de su vecino y se sentía orgullosa de decir que esta mujer era de color. La oyente, con un parlar culto y cadencioso, nos dejó patidifusos cuando afirmó: "está claro, que, cómo ustedes pueden comprobar, yo no soy racista. A mí, los que no me gustan, son los pobres".

Pues bien, a mí tampoco me gustan los pobres, o, mejor dicho, no me gusta que la gente sea pobre. Por tanto no me gustan las iniciativas que fomentan los "ghettos". Dice ahora Esperanza Aguirre que no sería mala idea crear colegios de "dos velocidades", para no retrasar a los chavales con capacidades. El primer piloto es un "bachillerato de excelencia" para los 100 mejores estudiantes de ESO de la comunidad. No me gusta. Preferiría que luchara por elevar el nivel de todos en lugar de dar la batalla por perdida y quedarse sólo con los "buenos".


Esperanza debería pensar que los niños de hoy son los que mañana van a dar brillo y esplendor a nuestra lengua, a nuestra cultura y también, por supuesto, a nuestra economía. Invierte en ellos, Esperanza, en todos y no sólo en una minoría. No tires la toalla con los que van mal, sobre todo si su mayor falta es la falta de base educativa arrastrada por décadas de pobreza en otros países. Los inmigrantes están aquí y no se van a ir. Invirtiendo en ellos tendremos un futuro mejor para todos, y la señora de la radio estará tranquila al ver médicos, abogados y periodistas de piel oscura pero con un cerebro del primer mundo.

Como dice Roemer en la cita que inicia el post: "atrévete a imaginar", presidenta.