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la agonía de la "ayuda al desarrollo"

está claro que nadie puede estar de acuerdo 100% con el partido al que vota, salvo quizá aquél que redacta el programa electoral. Y aun siquiera éste, pues es improbable que sea tan ingenuo como para desconocer que los programas nunca se cumplen. Dicho esto, los electores se agrupan en torno a las siglas que son más afines a su pensamiento político y social, o resignados, en torno a  aquéllas que menos les repugnan. A veces esta reducción a principios muy básicos es hasta beneficiosa, pues una gran mayoría es capaz de olvidarse de sus intereses particulares y votar conjuntamente para generar un gobierno fuerte.

Pero por desgracia, por el camino, unos y otros se ven obligados a renunciar a las partes "poco importantes" de su ideario, los lujos, las utopías, ...  que nunca serán una prioridad para el gobierno resultante. Una de estas perjudicadas es "la ayuda al desarrollo"

La mayoría de los españoles crecemos en la religión católica, entre colegios y familias simpatizantes de Caritas, Manos Unidas; admiramos a los misioneros como personas de valor infinito, dispuestas a dar sus vidas por los demás, y nos integramos en movimientos caritativos enfocados a compensar la situación de las clases desfavorecidas; movimientos religiosos y ONG´s o "maratones" televisivos de recaudación o de campañas de ayuda a catástrofes.

Personalmente me siento defraudado, año tras año, por la acción del gobierno de turno, del PP o del PSOE, los unos por abandonar la caridad a la salida de la eucaristía, y otros por dejar su solidaridad obrera embustera e internacional para sus cánticos y para las páginas de sus programas políticos.

¿0,7%? ¿objetivos del milenio? todo eso no es más que publicidad de usar y tirar para esta gente que, en cuanto hay que recortar, lo hace por la ración del débil.

Hambre

"Mohamed tiene 32 años y los pómulos hundidos por una gran delgadez y solo la bata blanca lo diferencia de los pacientes. Él es uno de los 40 enfermeros del hospital, todosellos voluntarios sin sueldo, igual que los 15 médicos, los 90 auxiliares y los casi 100 limpiadores y administrativos."


Foto y texto de El País, 12 de agosto del año 2011. hoy.


Cuelgo "esto" en el blog no sólo porque me espante que la gente muera por cientos en un lugar para muchos ignoto y donde el 100% de nosotros nunca hemos estado, sino por la fotografía. Un niño ¿vivo?, un sanitario presuroso y una madre hierática, resignada quizá. Si tuviéramos ocasión de abrir la fotografía veríamos un espectáculo dantesco, con decenas de hatillos conteniendo niños como éste. No hay camas, no hay médicos, no hay medios para enterrar a los cadáveres, pero sobre todo no hay comida. El sanitario de la foto no va a inyectar ninguna medicina milagrosa a ese ser diminuto e indefenso. Simplemente le va a administrar comida.


Mientras tanto, en Europa duelen las "ventas a corto". Hoy el mismo periódico de donde extraigo esta fotografía dedica 8 páginas a los mercados, cuando lo habitual son tres o cuatro. No es de extrañar pues que nuestros niños sepan lo que es la Bolsa, pero no lo que es el Hambre.


Donde no queda esperanza

Haití es el país cuyo Producto Interior Bruto (PIB) ha crecido menos a lo largo de la última década. De hecho, es el único país del mundo que ha decrecido ( -2,39% ). Yo nunca he estado en Haití, pero lo he visto en la tele, y debe ser un lugar tan miserable que la mitad de las personas que viven en la antigua Isla de la Española nunca irán allí y de hecho les dará pánico la mera posibilidad de hacerlo. Conozco algunos dominicanos y así lo atestiguan.

Con todo, Haití no es el país más pobre. Aún hay 14 naciones más pobres. ¿Increíble? Son cifras del Fondo Monetario Internacional, no mías. Como es de suponer, todas esas naciones están en África y las tres más pobres, República Democrática del Congo, Liberia y Burundi han sido tristes titulares de guerra durante años. Otra vez la guerra.

Nosotros, mientras tanto, a lo nuestro. La primera medida anti-crisis que tomó el gobierno fue el recorte drástico de la ayuda al desarrollo. Hoy, Montoro, ha propuesto reducirla aún más. Parece que es lo único en lo que nuestros políticos se ponen de acuerdo.

Si tú piensas de otra forma, colabora con Intermon-Oxfam o con alguna otra ONG . Con tu ayuda viven, y mantienen algo parecido a la esperanza.

Una canción para los desamparados: "Fisherman Blues"
Yo desearía ser un pescador de conciencias hoy ...

Agitando mi conciencia

es difícil ser generoso. Ni siquiera hablo de serlo a todas horas. Es difícil tan sólo dejar de pensar en uno mismo un rato al día.

Invertir unos minutos en el bienestar de la gente que nos rodea, ayudarles, divertirles, apoyarles, no asegura un retorno inmediato, más bien es a veces un sacrificio, pero quizá a la larga dé satisfacciones.

Y digo esto porque me molesta darme cuenta de que este zorro, o alguno de los que me rodea nos ponemos a nosotros mismos en el primer lugar de la lista de prioridades incluso en las cosas más nimias. Ser codicioso en lugar de solidario, es sin duda una actitud natural. Pero también es cierto que esa actitud viene de la parte más animal del ser humano y me da la impresión de que todo lo malo que veo en la tele, en la oficina, en mi entorno, viene de ese maldito instinto acaparador que nos legaron miles de años de supervivencia.

Quizá sea filosofar en exceso y quizá también sea una conclusión injusta pero desde luego creo que el acto más avanzado de evolución humana es la generosidad. Aunque, quizá lo que ahora está de moda es la involución, no sé.


Para animarnos a regalar un poco de lo que tan celosamente guardamos, una canción alegre: Down under - Men at work

apretarse el cinturón

me figuro que la manida expresión se refiere a que, tras una epoca de escasez, sobran algunos agujeros de la correa que sujeta nuestra panza y toca tirar de ella si no queremos quedarnos en ropa interior delante del respetable. Aunque quedándome en las meras palabras, me doy cuenta que la frase en cuestión sólo puede aplicarse a los que alguna vez estuvimos gordos no a los que ya estaban famélicos hace un par de años.
Y es que los políticos que hace unos meses se llenaban la boca de solidaridad, aprietan ahora el pescuezo de aquéllos que dependían de nosotros para sobrevivir. Los españoles hemos sido los primeros, por una vez en algo, y con una de las últimas medidas "urgentes" hemos reducido la ayuda al desarrollo, ya de por sí bastante magra. Nuestros ministros saben que los pobres de entre los pobres no se manifestarán en la Castellana y ello les habrá permitido acometer el recorte con más tranquilidad.
Bueno, nada nuevo bajo el sol en lo que toca a los políticos. Es de esperar que al menos los particulares mantengamos nuestros donativos o incluso hagamos un esfuerzo suplementario. Eso sería admirable.
¿Solidaridad, o ingenuidad?

os pregunto ¿cuál ha de ser nuestra actitud ante los desconocidos que piden nuestra ayuda económica?. Por ejemplo, ante personas que venden "La Farola" en la calle, o ante los que nos quiere vender unos pañuelos en el semáforo, o en otra dimensión ante los hambrientos que nos miran desde algún ignoto país africano a través de la pantalla de TV. Daos cuenta de hablamos de gente que no conocemos y por tanto, al ayudarles hacemos un acto de fe creyendo que realmente necesitan nuestra ayuda.

Es difícil responder ¿no? Yo veo que en mi entorno la gente está muy desengañada. Hay personas que harían lo que fuera por alguien cercano pero que ya no se fían de lo que no conocen. No siempre pensaron así, pero la vida abre muchos ojos a palo limpio, y a veces cuando más abrimos los ojos más cerramos las manos. Les puedo entender, pero aún no comparto su fatalismo.

Para mí, un tío que vende pañuelos en el semáforo es un necesitado que se juega el tipo entre los coches. Un yonqui que mendiga en el metro es un pobre tipo a quien nuestra indiferencia ya no hace ni daño, pero quizá sí nuestro desprecio. Y las ONG´s son organizaciones que cubren la brecha que la avaricia occidental ha creado entre dos mundos. No soy ciego, sé que a veces el del semáforo se gastará la recaudación en whisky, el yonki puede ser el mismo que luego me robe en una esquina y la ONG puede estar dirigida por un estafador que se lo lleva crudo.

Así que, de momento, prefiero formar en las filas de los que abren la cartera sin preguntar. Me siento orgulloso de ver los logos de las ONG´s con las que colaboro en medio de los campos arrasados de África, Sudamérica y Asia, pero aún más cuando esos campos cambian de aspecto graciaa a nuestra ayuda. Y quizá cambie de idea, con el tiempo y unos cuantos golpes, pero aún tengo la suficiente confianza en la gente para agradecer la sonrisa del tipo del semáforo, sin preguntarme si sonríe por gratitud o porque ya está paladeando un trago de whisky a mi salud.
Los objetivos del milenio

Cuando la crisis golpea, lo primero que hacemos es apretarnos el cinturón, y prepararnos para ahorrar. Nos dedicamos a prescindir de chucherías varias y eliminamos los gastos superfluos. Lamentablemente, uno de esos gastos prescindibles suele ser la “limosna”, esa pequeña, e insisto en el calificativo “pequeña”, parte de nuestro patrimonio que algunos, e insisto también en eso de “algunos” ofrecen a quien carece de medios para alimentarse, vestirse o educarse. Ahora, con la excusa de la crisis, si esa contribución se redujera, la esperanza que lanzamos a África o Sudamérica en forma de maná limosnero se acabaría y a mucha gente no le quedaría nada, ni siquiera esperanza.

Algunos dirán que mi miedo es injustificado, pero razones hay de sobra para mosquearse. Hoy hemos celebrado la manifestación anual convocada en Madrid por Rebélate contra la Pobreza y como siempre hemos acudido cuatro gatos (bueno esta vez alguno más, lo mismo éramos cinco). Y es que el “buenismo” no está de moda. Oigo declaraciones rimbombantes de vez en cuando, pero luego cada uno vuelve a su casa y se olvida de los que agonizan fuera de nuestras fronteras. Algo parecido a lo que les pasó a los líderes mundiales hace ya casi 10 años, en Septiembre de 2.000. Entonces, los representantes de 189 países lanzaron en Nueva York una declaración que contenía los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio. A saber:

Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal.
Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.


Quizá los llamaron así no por haberse enunciado en el año que finalizó el milenio, sino porque iban a tardar al menos 1000 años más en hacerse realidad. Cosas de políticos. Seguro que ese día cenaron bien.
Un vistazo al Sur

estamos preocupados en la España profunda y en la superficial porque los precios de la leche, del pollo (el amarillo y el otro) suben sin parar. Dicen que es culpa de las materias primas, que son pocas y cobardes. Por lo visto el petróleo se acaba, se acaba ya, pero ya ¡eh!, que no queda ni un barril. Me recuerda la gitano de las flores, "no se quede sin la rosa Maruja, que me la quitan de las manos, la última, la más bonita para ti cara de ángel, ayer tres euros y hoy por uno te lo llevas, un regalo, oye". Claro que aquí es al revés, cuanto más avanza el día, más caro está el combustible.

No lo entiendo bien oye, parece que se han dado cuenta de golpe de que hay poco petróleo y muchos consumidores, pero bueno, nos sacrificaremos y saldremos al parque de enfrente de casa andando. ¡Qué putada chico! con lo bien que se iba en coche. A lo que tiene que renunciar uno ..., me va a tocar ir andando al gimnasio ¡me cagüen!

El caso es que no se sabe si por culpa del petróleo, o por culpa de los chinos e indios, que se han empeñado en comer tres veces al día, los precios de los alimentos están subiendo de forma alarmante. Y lo malo es que aunque en todos los países suban al mismo ritmo, en unos se nota más que en otros. He leído un artículo en "The economist" en el que se habla del efecto de la subida de precios en un país africano medio, Costa de Marfil, donde el precio del trigo subió el año pasado un 77%. ¿Qué significa esto para los marfileños? Dice la revista que para las clases medias, supone dejar de ir al médico, lo cual ya le parecerá una barbaridad a cualquier occidental que lea esto. Y sigo leyendo, para aquellos que viven con 2$ al día, supone dejar de comer carne y sacar a los niños del colegio para que ayuden en las granjas, para los que viven con menos de 1$ al día, supone olvidarse de los productos frescos y comer sólo cereales, y para los que viven con 50ç al día, supone la muerte o la dependencia absoluta de los fondos de la ONU y de las ONG´s.

¿Qué, cómo se os queda el cuerpo? Es una opción personal, pero este mes he incrementado mi aportación a INTERMON/OXFAM. Desde luego no voy a dejar de tomar cañas, pero tampoco dejar a aquella gente a su suerte, a su mala suerte.

Domingo 21 , de Cibeles a Sol

seremos pocos, algunas decenas de miles, lo cual tiene mérito pues esta manifestación no se convoca en los medios, no se habla de ella en el Congreso, no es un arma electoral, no tendrá líderes políticos en cabeza, no vendrán los obispos y ni siquiera será pregonada en las iglesias.

A la manifestación del domingo, como todos los años, acudirán personas, no siglas. Acudirá la gente de las parroquias, la gente de las ONG´s, algunos hippis idealistas y algunos yuppies con remordimientos. Tendrán en común el hecho de no ser colaboradores de un día, meros figurantes para la tele. No, los asistentes colaborarán todo el año, con su trabajo o con su dinero, para que en la manifestación del año siguiente seamos mil manifestantes más y un millón de pobres menos.

El domingo te espero, aquí
Corresponsales

el otro día hablábamos de Pérez-Reverte y de su antiguo oficio de periodista de guerra. Alguno decía que debe ser fácil ir a una guerra sólo a mirar, tirar unas fotos y salir corriendo en tu todoterreno nuevecito cuando las cosas se ponen feas, y luego por la noche irte con alguna pobre desesperada al único restaurante que quede en pie en alguna ciudad devastada.

Lo que está claro es que, tristes o contentos, esta gente ha de ser de una casta especial. Gente fría, focalizada en hacer su trabajo. Gente que no mira a los lados, sino solamente a través de la ventanita de sus teleobjetivos. Y parecía que Kevin Carter, el fotógrafo que hizo esta foto y acto seguido se largó de allí, era un tío de ésos.



Luego le dieron un premio, el Pulitzer. Supongo que al jurado le daba igual lo que sucedió con la criatura. Valorarían la luz, el escenario, las vueltas que dio el artista alrededor de la nenita antes de encontrar el encuadre perfecto ... Probablemente también valoraron que este chico blanco de cara simpática era sudafricano ¡qué exótico! y que sufría la sangría de África en carne propia como activista y militante anti-apartheid.

Pero Kevin Carter no era un corresponsal frío ni pertenecía a la casta especial de los corresponsales de guerra. Sus palabras al recoger el premio fueron:
Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no
quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la
niña.

Agobiado por el remordimiento, se suicidó tres meses. Él eligió, la niña no tuvo esa posibilidad. Yo tampoco puedo ni ver la foto de la niña, pero la de Carter la tengo en el escritorio de mi ordenador, en un rinconcito de un mosaico de fotografías que me hacen recordar todos los días las cosas que no me gustan pero que debo tener presentes para intentar ser mejor persona.