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Azúcar oculto


  • La amenaza para las personas que padecen diabetes
27 de mayo de 2014. 18:07h Beatriz Muñoz.

En los últimos años el concepto «cero por ciento» «bajo en...» o «sin...» se ha convertido en el mejor aliado para disfrutar de muchos alimentos, generalmente catalogados como «poco saludables», y donde el azúcar o las grasas ocupan, en su composición, un lugar preferente. Sin embargo, este tipo de productos inducen a la confusión del consumidor por la falta de claridad en el etiquetado y porque el azúcar aparece de forma oculta aunque no se denomine como tal, lo que puede tener consecuencias para algunas personas como las que padecen diabetes.

Aumento

Tal y como explica Serafín Murillo, nutricionista e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Diabetes y Enfermedades Metabólicas asociadas (Ciberdem), «el error al que pueden inducir estas afirmaciones, aunque son lícitas, puede tener unas mayores consecuencias para las personas con diabetes ya que puede descompensar sus niveles de glucemia. Por ejemplo, tomar unas galletas que indican "sin azúcar añadido" puede aumentar la glucemia, ya que contiene otros hidratos de carbono presentes en la harina con la que se han elaborado. Éstos no son azúcares, pero elevan la glucemia del mismo modo que cualquier azúcar».

Precisamente, ante esta situación, el consumidor tiene una percepción errónea respecto a los componentes de los alimentos. En concreto, y según un estudio realizado por Javier Noya, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, para la Federación de Diabéticos Españoles, «resulta muy destacable que más de la mitad de los españoles, el 60 por ciento concretamente, desconoce que los productos sin azúcar añadido pueden aportar otros hidratos de carbono que tras la digestión se convierten en azúcares». Al margen de este tipo de reclamos publicitarios, la investigación advierte del desconocimiento que muestran los encuestados en relación con la presencia natural de azúcares y otros carbohidratos presentes en los alimentos de forma natural.

HABITUALES

«Para la inmensa mayoría de los encuestados, existen unos "azúcares ocultos" ya que hasta tres de cuatro españoles no identifican alimentos como la leche o las frutas como alimentos que aportan estos nutrientes. Existe, sin embargo, algo más de conocimiento en lo relativo a los alimentos que contienen más hidratos de carbono, ya que sólo uno de cada cuatro encuestados ignora que patatas, pan o pasta son los más ricos en ellos. Esta desinformación puede tener un gran impacto sobre la salud y en especial la salud de personas con diabetes», explica Noya.

A modo de ejemplo, Murillo advierte de que «un pan de molde puede indicar "bajo contenido en azúcares" pero contiene muchos hidratos de carbono, en forma de almidón. Estos hidratos de carbono complejos –también presentes en el arroz, las pasta, la patata o las legumbres– se transforman en azúcares durante el proceso de digestión, por lo que se les podría denominar "azúcares ocultos tras el etiquetado nutricional del producto". Las personas con diabetes no deben centrarse en reducir el contenido de azúcares de los alimentos, sino que deben comprobar la cantidad total de hidratos de carbono que aporta ese producto». Y es que alimentos de consumo habitual como la leche también contienen azúcares ocultos. En concreto, si una persona toma un vaso de leche al día, al cabo de un año habrá ingerido más de 3,5 kilos de azúcares sin saberlo», añade el experto. Ante esta situación y dado que todos los hidratos de carbono se convierten en azúcares tras la digestión, es normal plantearse si da lo mismo tomar pan o azúcar. La respuesta, según Murillo, es «no. A pesar de que el efecto sobre el azúcar en sangre puede ser bastante similar, los hidratos de carbono complejos –como el almidón del pan, el arroz o la patata– suelen estar incluidos en alimentos más ricos en otros nutrientes como vitaminas, minerales o fibra, que aportan otros beneficios para la salud». Con la idea de poner un poco de luz a la oscuridad del etiquetado, el experto explica que «se etiqueta como ''bajo en azúcares'' cuando el contenido es inferior a 5 gramos por cada 100 gramos de alimento o ''sin azúcares'' cuando contiene menos de 0,5 gramos por cada 100 gramos. En cambio, sin azúcar añadido advierte que al producto no se le ha añadido ningún tipo de azúcar ni otro alimento para proporcionar sabor dulce».



Desconocimiento

Queda patente, por tanto, el gran desconocimiento que existe entre la población sobre la diabetes y sus necesidades nutricionales. Según el estudio, «el 50 por ciento de los españoles no sabe que un diabético sí puede ingerir alimentos que contengan hidratos de carbono, sólo que debe tener en cuenta el tipo de hidratos de cada alimento por su distinto impacto en la glucemia y controlar las raciones. Y más aún, el 45 por ciento de los españoles no conoce su nivel de azúcar en sangre».

La falta de claridad del etiquetado es el caballo de batalla al que se enfrentan muchos consumidores, en especial los diabéticos. «El etiquetado es claro pues se ajusta a los contenidos de nutrientes de los alimentos. El problema puede estar en que se escribe en un idioma que no entienden la mayoría de consumidores, y para interpretar muchos alimentos se necesita una elevada formación en nutrición. Es por ello que se debe acudir al experto para que ayude a comprender aquello que indica», sugiere Murillo.


Publicado en http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/6486131/salud/azucar-oculto-1#Ttt1QW0BoonLms1D


'El exceso de azúcares no es un problema de azúcar sino de grasa'

ENTREVISTA Pere Puigserver
Imagen: http://cellbio.med.harvard.edu/people/faculty/puigserver
'El exceso de azúcares no es un problema de azúcar sino de grasa'

  • Este investigador es catedrático en la Universidad de Harvard
  • Su campo de estudio es el metabolismo celular y la diabetes

ÁNGELES LÓPEZ
Actualizado: 10/03/2014

Lleva 20 años trabajando en Estados Unidos, principalmente en Harvard (Boston), y aunque son miles los kilómetros que le separan de su tierra natal, Mallorca, se encuentra como pez en el agua en una ciudad donde se respira ciencia e investigación y donde, de vez en cuando, desde la ventana de su casa puede ver cómo pasean los ciervos en la calle.

Pere Puigserver, catedrático adjunto de Biología Celular de la Facultad de Medicina de la universidad de Harvard, estudia los mecanismos genéticos y bioquímicos que están detrás del metabolismo de los nutrientes. Este trabajo le ha ligado a la investigación en cáncer pero, sobre todo, en diabetes y obesidad.

¿Qué conexión hay entre el cáncer y la diabetes?

Mi laboratorio está en el Dana-Farber Cancer Institute, que es un instituto de cáncer y estamos acuñados a la Harvard Medical School. En el laboratorio somos dos docenas de personas, dos o tres están estudiando el cáncer, pero la mayoría trabaja con el metabolismo. Y sí, hay una conexión bastante importante entre metabolismo y cáncer y, por tanto, entre diabetes y cáncer. De hecho, una de las líneas que tiene el gobierno de Estados Unidos es potenciar la relación que existe entre la obesidad, diabetes y cáncer. Porque se ha visto que la gente con diabetes tiene más riesgo de cáncer. Pero a nivel molecular, su conexión no está demasiado clara. Algunas líneas de investigación apuntan a la inflamación con vínculo de unión. Cuanta más inflamación hay en ciertos tejidos, mayor es la propensión a ciertos tipos de cáncer. Y cuando hay diabetes, hay inflamación. Otra teoría apunta a que niveles altos de insulina activan los mecanismos de proliferación y esto, junto con un factor oncogénico, puede potenciar la formación de cáncer.

¿Por qué la inflamación está detrás de muchas enfermedades?

Para explicar esto hay que dar un paso atrás. Hay dos teorías sobre las causas por las que se genera resistencia a la insulina. Una es la inflamación. Es decir, cuando existe una acumulación elevada de lípidos en el tejido adiposo, músculo e hígado, se genera un mecanismo inflamatorio que recluta todas las células del sistema inmunitario y esto crea la inflamación, que podría ser la causa de la resistencia a la insulina. La segunda teoría apunta a los lípidos. Cuando tejidos como el músculo o el hígado acumulan lípidos hay una deficiencia en su oxidación que da lugar a otro tipo de lípidos que interfieren con la señalización de la insulina y genera un mal funcionamiento de ésta. En mi opinión, lo que genera la inflamación, en primer lugar, es un exceso de lípidos en el tejido adiposo. La insulina en este tejido funciona para incrementar la captación de la glucosa y almacenar los lípidos, si hay resistencia a la insulina, esto no funciona y se crea hipertrigliceridemia y esto a su vez genera un síndrome metabólico.

Hay nutricionistas que dicen que la mejor dieta es aquella compuesta por alimentos cuyo índice glucémico es bajo para no generar muchos picos de insulina. ¿Qué opina de esto?

Esto sería para evitar que el páncreas, que es el primer sensor de glucosa, no se estimule constantemente porque, de lo contrario, pierde su sensibilidad a la glucosa, que es lo que pasa en la diabetes.

¿Esa estimulación constante es la que producen las dietas ricas en grasas y azúcares?

Sí, sobre todo las ricas en azúcares, que es el mejor estimulante de la insulina. La grasa es menos potente. De hecho, si comes solo grasa sin azúcares, en ratones en los que se ha probado una dieta así, se baja de peso y se es más sensible a la insulina. El consumo de grasa per se no afecta demasiado a la insulina. Lo que pasa es que la grasa tiene efectos perjudiciales en el páncreas, lo que se llama lipotoxicidad del páncreas, y si solo hay grasa puede causar crónicamente esta toxicidad, es decir, la muerte de las células del páncreas.

En los últimos meses, expertos y autoridades sanitarias están poniendo más el foco al azúcar, como un peligro para la salud, ¿está de acuerdo?

El exceso de azúcar se acumula en grasas. Estamos en una sociedad que siempre tiene alimentos disponibles, antes no era así y por eso el mecanismo de supervivencia de la especie humana ha sido almacenar grasa en el tejido para cuando hubiera periodos de hambre poder utilizarla. Pero en nuestra sociedad, esto es perjudicial porque el azúcar se conserva en forma de grasas y cuando ésta se almacena en tejidos donde no se debe acumular genera la resistencia a la insulina. Ese es el mayor problema de un consumo alto en azúcares. El exceso de azúcares no es un problema de azúcar sino de grasa, porque al principio se acumula como azúcar, que se llama glucógeno, pero cuando es excesivo se transforma en grasa, es decir, el azúcar puro y duro se conserva en una masa de grasa. Estudios científicos, como el PREDIMED, están constatando que determinado tipo de grasas, como el aceite de oliva o las grasas de los frutos secos, están vinculadas con un mejor control de peso y menos riesgo de diabetes. Las grasas de animales tienden más a acumularse y no tienen un efecto termogénico. El ácido oleico que es un componente muy alto en el aceite de oliva, además de generar calorías, produce un efecto termogénico, es decir, ayuda a la autoxidación, por lo que su efecto es beneficioso porque no se acumula. El cuerpo tiene una mayor capacidad para oxidar estos tipos de ácidos grasos.

¿Qué es más negativo para la diabetes el exceso de calorías o el tipo de comida que se ingiera?

Creo que las dos cosas son importantes. Dependerá de si las calorías que se ingieren se usan. Si uno ingiere 5.000 calorías diarias y luego gasta 3.000 en el gimnasio, entonces es perfecto. También depende un poco de la masa muscular. El tejido que más glucosa consume en el organismo es el músculo, si uno tiene mucha masa muscular puede absorber mucha más glucosa. Pero, si no se queman esas calorías, se genera acumulación de lípidos, su mala oxidación y la formación de la diabetes. Creo que es importante el equilibrio, más que el tipo de alimentos. Al final, el número de calorías es más importante. Porque si tomas mucha fruta, demasiada, es igual de perjudicial que un dulce. Si se toman muchas calorías, el cuerpo tiene que ser capaz de oxidar este exceso de calorías. Si tuviera que aplicarlo a mi salud, el número de calorías lo encuentro más importante. Pero también tiene un aspecto sociológico, es decir, las personas que tienden a comer dietas más equilibradas en general hacen también más ejercicio. A nivel científico, hay una cuestión interesante: ¿qué es mejor comer muchas calorías y luego quemarlas o hacer menos ejercicio y comer menos? Desde un punto de vista experimental y a nivel de envejecimiento, los datos sostienen que es mejor comer menos y no hacer tanto ejercicio. Porque si estás sometiendo al cuerpo a un nivel de funcionamiento elevado, al final el desgaste de la maquinaria es mucho mayor.

¿Qué opina de los edulcorantes?

Mi formación en esto es limitada. Recuerdo un estudio de hace unos años de un grupo de aquí que vio que los edulcorantes aunque no produzcan el contenido energético suficiente ayudan a la acumulación de grasas. Aunque no tengan contenido energético, pueden alterar ciertos mecanismos que aceleren la producción de grasa. Pero este era un estudio puntual y este tema no lo sigo demasiado.

Hace unas semanas se ha anunciado una alianza para luchar contra cuatro enfermedades: lupus, diabetes, Alzheimer y artritis reumatoide. ¿Qué le parece esta alianza?

Esta muy bien porque la función perfecta de los grupos académicos y de laboratorio es la colaboración con la industria, pues esta tiene la información y una capacidad que nuestros laboratorios no tienen. La idea es llegar hasta un punto que la industria farmacéutica absorba esta información para poder desarrollar luego compuestos químicos, porque una vez tienen un componente para diseñar fármacos son mucho más potentes que cualquier grupo académico. Lo que pasa es que muchas veces no tienen la creatividad o la flexibilidad que otros grupos pueden tener. Por eso creo que esta colaboración es perfecta, porque genera mayor capacidad.

¿La lucha contra la diabetes va de la mano con la lucha contra el envejecimiento?

A veces se confunde. En ratones se ha demostrado que cuando la insulina cuando funciona demasiado genera envejecimiento. En humanos, no se podría decir entonces que los diabéticos tendrían que vivir más (al no funcionarles bien su insulina) porque la diabetes tiene otros problemas clínicos: cardiovasculares, etc. Hay esta paradoja. El mensaje es que uno necesita que la insulina funcione pero, si la hacemos funcionar demasiado de forma crónica, entonces crea envejecimiento, incluso de forma independiente de la diabetes. Un mecanismo que puede explicar esto es la restricción calórica que induce longevidad, algo probado en animales. Porque al comer menos tienes menos picos de insulina. Si de manera crónica hay sobrenutrición, se activa la secreción de insulina constantemente y se acelera el envejecimiento. Con la restricción calórica, tienes menos aumento del nivel de insulina y menos veces, lo que hace que el organismo esté muy sensible a la insulina pero con niveles muy bajos, y esto está ligado a la protección contra el envejecimiento.

Usted estudia las vías de señalización, ¿se conocen todas las señales que intervienen en el metabolismo?

Se conoce mucho desde el punto de vista de la diabetes, todas las rutas y señalizaciones de cómo funciona. La gran cuestión es cuáles son las causas genéticas que conducen a la diabetes. Creo que tenemos todas las piezas, el gran problema es que no sabemos cuál es la causa de que estos componentes se alteren. En el cáncer se sabe más de las causas genéticas y esto hace que se puedan diseñar fármacos contra componentes específicos. En la célula diabética o inflamatoria es mucho más difícil, sabemos los componentes alterados pero no las causas genéticas ni cuál es la mejor proteína o proceso de esta señalización para combatir la diabetes, la obesidad o atenuar la inflamación.

¿Cuánto tardarán en responderse estas dudas?

Es difícil porque hay muchos genes involucrados. Hay que perseguir lo que se hace en el cáncer, donde para cada tipo de tumor se aplica un tratamiento distinto. Además, se están secuenciando los tumores. Al final, se secuenciará cada tumor de cada paciente y con esto se tendrá un cóctel de fármacos que funcionará sólo para este tipo de tumores o de pacientes. Será algo personalizado. En diabetes vamos por detrás, pero tenemos que hacer algo similar: Conocer los genes más alterados en cada persona y adecuarle el tratamiento. Con esta personalización de la medicina se encaminará el tratamiento de la diabetes. La gran diferencia con el cáncer es que en el campo oncológico se pueden tolerar tratamientos más agresivos pero, en la diabetes, el gobierno es mucho más reticente porque los fármacos que ya existen funcionan más o menos bien, sin demasiados efectos secundarios. Toda la nueva investigación es muy restringida porque tiene que desarrollar fármacos mejores que los que hay y eso implica que no tengan efectos secundarios porque los actuales son muy seguros.













Publicado por http://www.elmundo.es/salud/2014/03/10/531a17c122601d9b0e8b458e.html