un monstruo

Viví en una cueva con un monstruo verdadero. Sucede que con los monstruos nunca sabes qué tan monstruo puede ser, hasta que llega el día en que te enteras. Y decides irte.

De un monstruo verdadero no se huye tan fácilmente. Hay que hacer planes. Silenciosos. Tramar huidas secretas, llamar a los amigos, pedir ayuda, esperar por ella, siempre con una sonrisa porque a los monstruos no les gusta saber que no los quieres. Detestan la idea de pensar que los dejarás solos, sin nadie con quien ser terrible. Sin presa, solos con su espejo, los monstruos se vuelven locos.

Yo no sabía lo que ahora sé y le dije a mi monstruo que me iba, que lo dejaba. Pero hablé con demasiada anticipación. Pretendí vivir con el monstruo en mi pedazo de paz conquistada con esfuerzo de puertas cerradas. Con movimientos calculados de entradas y salidas elaboradas. Evadir al monstruo hasta que llegara el gran día de la libertad. Y me equivoqué. Porque fue entonces que empezó mi pequeña gran pesadilla con este ser retorcido en esta cueva oscura en medio de la ciudad del cielo azul.

Desquicio, confusión, manipulación, reclamos, incluso llantos, son sus armas. ¿Alguna vez viste a un monstruo llorar? El gran peligro de estos seres no es que te asusten, o que pretendan hacerte daño con algo. El verdadero peligro es que intentan volverte monstruo también. Yo casi fui el segundo monstruo en esa cueva. El monstruo gris, de la tristeza, del fastidio, del hartazgo. En esa cueva sin luz, estuve por desaparecer.

Desde mi nuevo rincón soleado hablo ahora de este monstruo con flequillo.
Y será la última vez que sea mencionado.
No está bueno hablar mucho de monstruos. Es mejor olvidarlos. Y eso haré. Dejarlo en sus tierras lejanas, esperando que se mantenga ahí, sin acordarse de mí.
Las piedras que se doblan
justo
en mitad de tus ojos
me advierten
que el fuego
y la arena
pueden hablar
sin necesidad
de que inventemos
silencios y palabras
porque
desde hoy
nosotros
dejaremos lluvia
detrás de cada paso.


... en fiestas, y sólo a 15 Km de Collado Hermoso.

Acompañanos este finde: Hay orquesta bailonga en la plaza de toros, cubatas en La Calesa, posibilidad de ver a Paulina Rubio borracha (el marido tiene casa en Pedraza, y la chica si sale, se nubla seguro, hay antecedentes).

Y si alguno aguanta, hay encierros por la mañanita. Carolina, si has bebido no salgas a buscar magdalenas entre las talanqueras ...

Corresponsales

el otro día hablábamos de Pérez-Reverte y de su antiguo oficio de periodista de guerra. Alguno decía que debe ser fácil ir a una guerra sólo a mirar, tirar unas fotos y salir corriendo en tu todoterreno nuevecito cuando las cosas se ponen feas, y luego por la noche irte con alguna pobre desesperada al único restaurante que quede en pie en alguna ciudad devastada.

Lo que está claro es que, tristes o contentos, esta gente ha de ser de una casta especial. Gente fría, focalizada en hacer su trabajo. Gente que no mira a los lados, sino solamente a través de la ventanita de sus teleobjetivos. Y parecía que Kevin Carter, el fotógrafo que hizo esta foto y acto seguido se largó de allí, era un tío de ésos.



Luego le dieron un premio, el Pulitzer. Supongo que al jurado le daba igual lo que sucedió con la criatura. Valorarían la luz, el escenario, las vueltas que dio el artista alrededor de la nenita antes de encontrar el encuadre perfecto ... Probablemente también valoraron que este chico blanco de cara simpática era sudafricano ¡qué exótico! y que sufría la sangría de África en carne propia como activista y militante anti-apartheid.

Pero Kevin Carter no era un corresponsal frío ni pertenecía a la casta especial de los corresponsales de guerra. Sus palabras al recoger el premio fueron:
Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no
quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la
niña.

Agobiado por el remordimiento, se suicidó tres meses. Él eligió, la niña no tuvo esa posibilidad. Yo tampoco puedo ni ver la foto de la niña, pero la de Carter la tengo en el escritorio de mi ordenador, en un rinconcito de un mosaico de fotografías que me hacen recordar todos los días las cosas que no me gustan pero que debo tener presentes para intentar ser mejor persona.


El Madrí: la crónica

empezó lo serio y el Madrid ha salido a demostrarnos que es el campeón de Liga y el rival a batir. La sorpresa es el primer ingrediente de la victoria y los entrenadores del Atleti y del Villarreal han caído víctimas del mismo error. La pizarra del año pasado ya no vale. Este Madrid tiene coraje y BANDAS. ¡Vaya sorpresa!

Aprovechemos el desconcierto pues. Ahora los rivales, acostumbrados a un Madrid de ataques lentos no se esperan a cuatro delanteros corriendo en línea, pero pronto se hará más difícil armar el contragolpe ... Por el momento, el más agradecido del nuevo sistema es sin duda Casillas. Como jugamos tan adelantados recibe la mitad de balones que el año pasado. Eso sí, como decía antes, en cuanto los demás aprendan el truco, los arietes rivales se van a plantar delante de Iker en carrera y con la única oposición de "tronco Cannavaro" y "tortuga Metzelder" (Pepe, ¡vuelve pronto!)

Siendo optimista, ahora vienen varios equipos relativamente fáciles y Schuster tendrá tiempo para ir encajando cosas y preparar nuevas trampas. Presiento que si todo va bien, nuestro fuerte será un centro del campo formidable que nos dará la posesión del balón (la marca de la casa) y nos permitirá variedad en el ataque.

Y por personalizar la metamorfosis, encabezando el cambio ha surgido Sneijder = Crack = pedazo de fichaje. Pronto los defensas rivales recibirán la instrucción de zumbarle desde el minuto uno, pero ahora tendrán más trabajo que el año pasado, cuando sólo había que atizar al 14 de los blancos. Cuando entre Robben en escena, no les van a poder parar a todos.

Termino una crónica con mucha esperanza pero sin euforias. Hemos ganado dos partidos peligrosos contra dos buenos conjuntos, pero el único examen contra uno de los candidatos al título lo suspendimos. El Sevilla golpeó primero.

de vuelta devuelta

Volví a mi casa nueva,
de la que ando más cerca me alejo
Mis casas me rebotan
Me botan
Me corren
Ocho camas que no eran mías

de vuelta al frío

Bajo cierta luz soy un lagarto.
Mi piel ya no es la misma.

¿Viste las grietas en tus manos hoy?

Pero viste mis venas esta mañana.

Viste mis venas por debajo de lo que tengo por piel
Manos, brazos, cara, pecho, lánguidos
Pálidos
Invernales
Escondidos
Fríos
Alejados

Blanco y azul
Es el color de un invierno lejos

Guardada
Aguardando

Transparente
Translúcida
Sin querer.

(¿imaginaste un mostruo?)