cortinas

Cerré las cortinas

Que nadie viera que me iba

Por la ventana hacia la escalera que no llevaba a ninguna parte

Un salto

Un gran salto hacia el fondo

Y en el camino una coca cola.

 

No quiero saber si caí.

 

 

Ese día

Es cosa de humanos esto de hacerse viejos, en una carrera que comienza el primer día y que no se acaba hasta el último. Durante muchos años uno no se da cuenta de que ya está corriendo. Luego, un día cualquiera amanece, e inadvertida, llega esa sensación de que tu vida ya no te pertenece del todo, de que la compartes con el pasado. No es un sentimiento necesariamente desagradable. Simplemente miras hacia atrás, luego hacia adelante, y, sin más, te entra una inmensa prisa por vivir.

Ese día comienzas a mirar a los viejos con más respeto y a los niños con más cariño. Comienzas a cuidar tu cuerpo con mimo y a quererte un poquito más. Dejas de vivir al día, y a aprovechar más los días. Y te vuelves excesivo, para la alegría y para la pena. Vas a los cementerios con congoja, y las lágrimas te brotan con mayor facilidad cada vez. Ojos entrenados por el dolor supongo. Pero a la vez, saboreas mejor la risa, tuya y de otros. Y los pequeños triunfos de cada día saben a cava y caviar.

Se suele pensar que la edad es un ogro que convierte la melancolía en pena, y que entonces, obligariamente, la sonrisa ha de huir de nuestros labios para posarse en los de otros, más jóvenes. Yo no quiero creerlo. Y me encanta encontrar a gente que demuestra que ser mayor no significa estar muerto en vida, aunque otros hayan tirado la toalla y se empeñen en estar más tristes que la propia tristeza.
Comunicarse en clave de humor

la mejor forma de comunicar es hablar, pero a veces es realmente difícil. Pero a pesar de las dificultades, el humano siempre logra su objetivo. Veamos algunos ejemplos:


Con los bebés: vuelta a la infancia
aún siendo conscientes de que el bebito no nos entiende, la gente no se rinde y se multiplican las estrategias, siendo la que mayores adeptos tiene la de convertirnos en bebés de cuarenta y tantos años. El tono de voz nos cambia, aflautándose, y dejamos de vocalizar de repente. Empatía, supongo.

Con las máquinas: cosas de la técnica
Dice la ciencia-ficción que las máquinas podrán pensar en unos años. Algunas se harán malas malísimas como los Terminator. Algunos de mis compañeros piensan que eso ya es una realidad y que su PC les putea un día sí y otro también ...

Con los extranjeros: mi favorita

es común que quien no entiende una palabra de lo que dice otro, comience a vocalizar como si acabase de salir de preescolar. "Ho-la, me lla-mo Jor-ge. ¿Te gus-ta Es-pa-ña?". Si esto no funciona, también es válido suponer que no es que el guiri no entiende sino que es sordo: "Ho-la, me lla-mo Jor-ge. ¿Te gus-ta Es-pa-ña?".

Siempre me he imaginado así una charla técnica de Luis Aragonés a sus jugadores:


Y en el curro: ésta es de observación diaria

Hay trabajadores que cuando hablan con sus superiores apenas sacan un hilillo de voz, se vuelven educados de golpe y tan sumisos que pondrían la mano para coger la ceniza del pitillo del jefe. No obstante, cuando hablan con sus subordinados les posee el espíritu de un sargento de la legión y su tono de voz se convierte en chusco y autoritario. Dicen que este fenómeno está relacionado con tener las pelotas pequeñas, pero no he podido testarlo con un estudio pormenorizado.

David, alias Bill

Se ha matado Bill.

Y qué nos queda acá al resto.

Hay días como éste en que no se puede sentir uno ni un poco mejor, y lo más interesante es ver el agua de water irse sucia al mar.

 

UN POEMA DE JAIME SABINES

LOS AMOROSOS



Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

UN POEMA DE byron espinoza








No me pregunten

(Les juro
No sabría explicarlo)

El amor muere en manos de alguien

Un hombre atraviesa la noche

Ya no importa la cantidad de alcohol
Ni tabaco
Bombeando en su sangre

Dudas decapitan su alma

¿A quién explicarle
La necesidad de romper distancias?

¿A quién decirle que también nos morimos de a poco
Y antes de tiempo?

¿Y que los ojos también se saturan?

No respiren
No pierdan el tiempo
En insignificancias

El amor se muere en el pecho de alguien

Un hombre sube a un taxi
Y en su silencio de días
Atraviesa la noche.

UN POEMA DE JUAN GELMAN





GOTÁN


Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.