cuando llegas a cierta edad (básicamente la que uno tiene en cada momento), sueles pensar que, en términos de personas, has visto de casi todo. A tal efecto uno se fabrica una suerte de armario lleno de cajoncitos para meter a unos u otros según parezcan de esta manera o de aquélla. No digo que sea mala práctica, por cómoda, pero tiene sus peligros. El principal es que cuando conocemos a alguien, tendemos a meterle rápidamente en uno de esos cajoncitos, y frecuentemente nos equivocamos.
Personalmente fui un fan de estas clasificaciones durante un tiempo, pero pronto me libré de la comodidad del prejuicio. La razón de este desapego por los cajones no fue porque me llegara la madurez de golpe, sino porque fallaba once veces de cada diez. Rebusco y rebusco pero no recuerdo haber acertado nunca en esa "primera impresión" que supuestamente queda para siempre.
Hoy sigo teniendo el armario, pero me tomo mi tiempo para meter a cada uno en su cajón (y también para sacarlo, claro).