Memoria histórica
recuerdo que cuando era un crío, hace unos 25 años, las señoras del pueblo todavía se ataviaban con un pañuelo en la cabeza. Unas lo llevaban y otras no, pero nadie se extrañaba ni de lo uno ni de lo otro.
Unas décadas antes, hace unos 50 años, el señor sacerdote podía afear la conducta de las muchachas basándose en cualquier precepto divino. Esas mismas muchachas podían ir a la escuela, pero sólo si su padre lo consideraba adecuado. Su padre también tenía autoridad para decidir si se casaban o no y con quién. Una vez casadas, la potestad para valorar si su comportamiento era el correcto o no pasaba a sus maridos, quienes eran dueños de todo lo suyo, e incluso validaban con su firma cualquier compromiso legal de sus esposas: un contrato de trabajo, una cuenta bancaria, una compra-venta ...
Hace un par de años comenté con un pakistaní todo esto. En ese momento su familia le estaba buscando esposa en Pakistán y al oír lo que le decía me dijo tan contento: "pues no somos tan distintos". Efectivamente, pensé, sólo nos separan 50 años de evolución cultural y libertad espiritual.
Estos días volví a esa reflexión a propósito de la conveniencia de permitir llevar pañuelo o no a la chavala musulmana de Pozuelo. La gente hace juicios de valor propios de otras épocas, mientras yo no veo el debate por parte alguna salvo por el interés de llenar tertulias o vender diarios. Hoy la mayoría de la sociedad española es suficientemente madura como para no asustarse porque una chica lleve velo, crucifijo o rece a Jehová durante el recreo. Por suerte, ya sólo hemos de examinar si el asunto es legal o no. Lo del pecado quedó atrás, hace tiempo.

Pareja - Diario Siglo XXI