Las bebidas con azúcar y las cabezas de los niños.

Un día más me enfrento con un titular raro: "Impactan bebidas azucaradas cerebro de los niños". Lo primero que se me ha venido a la mente al leerlo es la cabeza de un chiquillo con un "cocacolazo" de los que dejan huella. Pero no se trata de eso, no.

Resulta que el tomar refrescos ejerce un efecto nocivo en el cerebro de los más jóvenes, en las áreas donde se han de generar las tomas de decisiones, y la motivación. Lo dicen los de la Universidad de Yale. Yale aviso. Resulta que cuando quienes toman refrescos con azúcar son adolescentes, aumenta el flujo de sangre en esas dos zonas del cerebro; cosa que no ocurre en las cabezas adultas.

Ahora tocará que el equipo de la doctora Ania Jastreboff determine si esto está relacionado con el hecho de que cada vez haya más pequeños con diabetes tipo 2, a causa de la obesidad. Bien está esto de dar pasos hacia adelante.



En nuestro grupo de amigos, con y sin diabetes, tenemos una teoría conspiranoica: teniendo en cuenta que el azúcar es más adictiva que la coca (ina, no cola), y que las grande multinacionales tienen sembrado el planeta de alimentos cuyo valor energético bruto no es otro que el que aportan los glúcidos (cereales, remolachas, cañas de azúcar, legumbres, tubérculos,...), esas grandes multinacionales nos están atontando agilipollando a todos con miel de burra, y contenidos televisivos vacíos, llenos de publicidad que nos inducen a seguir consumiendo ese cebo. Al final somos consumidores robotizados de tele y azúcar, lo que nos lleva a la obesidad y a la diabetes de cabeza. Luego tocará consumir medicamentos, pero eso es para otro día.


Si no fuera tan barato lo de producir toneladas de azúcar, seríamos "enganchaos" pegándonos por un sobrecito en cualquier esquina de un barrio poco recomendable.

Bromas aparte, está llegando la hora de abandonar las latas de refresco y volver al botijo. De dejar las chucherías continuas, dulces o saladas, y exigir el bocata. Como me contaba un vecino de Alcalá, de los de antes, en su infancia no se veía ni un niño comiendo porquerías. Desde que salían del colegio, se pasaban la tarde jugando al fútbol en la calle (igualito que ahora, que como un niño pegue un balonazo a una fachada salen todas las maris dispuestas a cargarse a otra mari responsable del chiquillo de los balonazos), y no había más que comer que la merienda, si caía; y si no, la cena en casa.

Hoy las bebidas con azúcar nos han impactado a todos de lleno en las cabezas, es verdad. Lo malo es que algunos las tienen ya huecas.


Beatriz González Villegas.