... para quedar con un amigo? La respuesta debería ser no pero ... a veces la vorágine de la vida diaria engulle la vida personal de los individuos y, simplemente, "no tienen tiempo" para ver a los colegas. El que suscribe sostiene que encontrar gente afín es complicado y, sinceramente, cada día tengo menos ganas de escrutar las corazas de las personitas que voy conociendo, así que prefiero convervar los amigos que ya tengo y si la vida trae alguno más, pues mejor. Por tanto no estoy dispuesto a perder la relación con las personas maravillosas con las que he ido topando simplemente porque o ellos o yo "no tenemos tiempo" o "estamos líados".
El antídoto a la dejadez es la persistencia de una de las partes. Y este zorro, como buen comercial, es un crack en la materia. ¿Amigos que están fuera? no es un problema: cuando viajo a las ciudades donde tengo amigos SIEMPRE llamo y me acerco a verlos. Y los que viajan a la capital no tienen escapatoria. ¿Trabajo? Agendas apretadas a mí, ¡ja!. Les cazo en el aeropuerto. Un café en el embarque siempre es posible. Respecto a los que viven en Madrid o en Segovia, si no es uno a uno, ya me encargo de organizar reuniones multitudinarias, que son poco íntimas, pero sirven para matar a varios pájaros de un tiro.
Vaya, tampoco quiero dar ideas para que me jodáis la agenda de la semana próxima, pero si alguno de vosotros se siente desatendido, toque al móvil y me presento echando leches. Prometido.
“Así empezó mi verdadero alejamiento de Lolita: refugiándome en brazos de otra mujer. Una mujer triste que no conocía, que jamás había visto antes y que probablemente nunca podría amar como la había amado a ella. Pero los hechos del hombre suelen ser casi siempre así: insidiosos y torpes, intuitivos, desgarradamente absurdos.
Fueron unas relaciones violentas y fosforescentes: una larga cadena de fuegos fatuos que nos ayudaban a ella y a mí a seguir viviendo, a destruir tedios y a reírnos de la vida a costa de traiciones. Ni ella ni yo nos queríamos el uno al otro: nos complementábamos, nos explotábamos mutuamente como dos vampiros ansiosos de vivir su muerte. Tampoco nos odiábamos. Era solamente una forma narcisista de querernos a nosotros mismos, de darnos satisfacciones, sin sentimientos ni exigencias.”
Estas líneas las he encontrado abriendo al azar una página de “La gangrena”. El libro lo escribió Mercedes Salisachs y es un magnífico exponente de la literatura barcelonesa (eso sí, el título se las trae).
¿Por qué literatura barcelonesa y no catalana? Porque el azar quisó que Mercedes Salisachs, Eduardo Mendoza y Carlos Ruiz Zafón nacieran en la ciudad condal en 1916, 1943 y 1964, respectivamente. Un nexo argumental, la Barcelona urbana, les une, e incluso sus novelas parecen unidas por un mismo hilo hasta el punto de parecer capítulos de la misma saga.
Me encantan. Si no habéis leído "La Gangrena", "La verdad sobre el caso Savolta", "La ciudad de los prodigios" o "La sombra del viento", os los recomiendo. Todos ellos son Barcelona en estado puro.
mesas
ronquido por teléfono
me tienes marcando con el dedo números
en el teléfono
treinta números para alcanzarte
cero ocho veintidós
dos seis seis
tres tres tres tres
y más
y el tuyo
para oír tu hola
y sonreír desde adentro
con el corazón latiendo tan fuerte
que hasta aquí se escucha.
de pronto roncas en mi oído
y cuatrocientos planetas se alinean frente a mí
para recordármelo todo.
entonces de algún lugar que no conozco sale luz
y abro más los ojos y veo la magia que no tiene trucos
que es tan cierta que me hace dudar
tan linda que me aterroriza.
estás tan dentro que me tienes casi completa
raptada.
retenida contra mi estúpida voluntad.
ruidos
hace días,
semanas
casi meses ya
que hace ruidos extraños
sin dolor
como un silbido a la distancia
un estoy aquí cantando
no se queja
no golpea
es como si quisiera decirme
creo que estoy contento
un sentido entero
dejar ir
unir las partes
que mi piel entera vea
que mis manos también oigan
que mi espalda sea capaz de olerte
que mi pelo sienta el viento en cada hebra
que de mis uñas salga luz
de mis pasos palabras
quiero sentir el sabor de todo con sólo mirarlo.
De repente así no caería tan fácil en cada tentación
no iría tan de prisa
no tomaría tantas cervezas
no necesitaría a nadie más que a ti.