La cultura del mérito
dice Sarkozy que Francia ha de recuperar la cultura del mérito. Piensa que en su país no llegan a los mejores puestos los mejor cualificados, sino los mejor relacionados ¿os suena de algo?. Para remediarlo va a comenzar con reformar Administración, endureciendo los criterios de acceso y compensando a aquéllos que superen las cribas con sueldos competitivos. ¡Aleluya! alguien se ha dado cuenta de que la empresa más grande de Francia es el Estado, y que para que el Estado marche, sus trabajadores han de ser los mejores marchadores.
Me uno a su propuesta, qué digo uno, ¡me adhiero como una lapa! Sólo le complementaría con la abolición del blindaje de los funcionarios. En nuestra Función Pública hay mucho vago, mucho acomodado y algún manifiesto incompetente. También hay muchos que empezaron bien, con ilusión, como en cualquier trabajo, pero pronto se contagiaron del ambiente ¿cómo no? Desincentivados ante la desidia general, pronto no tardaron en rendirse y mezclarse, para no parecer "listos" o "listillos".
Esa no es la Administración que yo quiero. Yo deseo ver a los mejores al frente de los ministerios, en esos cargos de carrera que hacen que realmente se mueva la rueda. Y en las bases quiero a gente seria y con ilusión, y no gente que ve la Administración como un retiro dorado que comienza a los 30 años. Sin embargo, los mejores no trabajan en los ministerios. Los mejores no están interesados en un empleo acomodaticio o en un abrevadero fácil. No. Los mejores van a la empresa privada, a ganar dinero, a progresar en su profesión, a no aburrirse, a continuar su formación diaria.
¿Hay algún funcionario formándose o reciclándose en las escuelas de negocios? NO. Qué extraño pues algunos de ellos negocian día sí y día también contratos de millones de euros.
¿Tienen sueldos competitivos en el mercado laboral? NO. Qué extraño, pues algunos de ellos tienen a su cargo cientos de personas.
¿Tiene prestigio ser Director General de un ministerio? NO. Qué extraño que nadie les conozca y sin embargo sus homónimos en la empresa privada pueblan las páginas de la prensa económica.
En España hay grandes ejecutivos tremendamente comprometidos con sus empresas, y fidelizados por el prestigio y por el salario. Pero ven la Función Pública como un lastre a su carrera y a su bolsillo, y mientras tanto, el poder de las empresas crece, mientras las Administraciones agonizan. Y quede claro, del producto de la gestión del Estado nos beneficiamos todos, del de las empresas, sólo unos pocos.