¡Vendo! ¡vendo! ¡vendo!

hace unos meses salí del trabajo y tras entrar en El Corte Inglés, tres personas distintas se dirigieron a mí confundiéndome con un dependiente. Lo vi más o menos lógico en los dos primeros casos porque yo iba vestido con traje, al igual que los empleados de la planta de ropa de caballero. Con la tercera persona que me preguntó, ... ya no lo vi tan normal. En ese momento estaba en la sección de alimentación, frente a un frigo lleno de yogures ...
Desde entonces, cada vez que entro en el Corte me quito la corbata.



Hoy me ha vuelto a pasar algo similar. De nuevo por mi culpa, claro. Ir a Alcampo el día antes de Nochebuena, con pantalones negros, jersey de lana rojo, y con los dependientes verdaderos escondiéndose ante la avalancha de clientes ... es un cóctel peligroso. Una señora me ha preguntado por un libro y otra por unas plantas. Varios más me han mirado de reojo, incluso diría yo que con rencor (debían pensar que también me escaqueaba).

Al menos tengo el consuelo de que con esta cara de dependiente que gasto, si pierdo mi empleo actual pronto encontraré uno en alguna gran superficie.

Propósito de enmienda: prometo que para el 2010 aprenderé a camuflarme con mis semejantes. No más confusiones. ¡Quiero ser un cliente del montón! Y empezaré mañana mismo. Me iré al Centro y nada más llegar compraré un gorro cabeza-de-reno de los que se llevan este año, no sea que me confundan con un taxista o peor, con un político.