Japón 1941, Eri Hotta


«Un fenómeno que puede notarse por toda la historia, en cualquier lugar o período, es el de unos gobiernos que siguen una política contraria a sus propios intereses. (…) ¿Por qué quienes ocupan altos puestos actúan, tan a menudo, en contra de los dictados de la razón y del autointerés ilustrado?». Barbara Tuchman
Lo del 7 de diciembre de 1941 califica perfectamente como una pasmosa muestra de locura en la conducción de un estado; no por casualidad Barbara Tuchman le dedica unas páginas en la introducción de La marcha de la locura, su estupendo libro sobre la insensatez gubernamental. En efecto, el ataque japonés a Pearl Harbor responde a cabalidad al concepto tuchmaniano de gobierno contrario al propio interés: la especie de mal gobierno signada por la persistencia perversa en una política que se sabe inviable o contraproducente. Los líderes japoneses embarcaron a su país en la más temeraria de las aventuras a sabiendas de que nada sugería la más mínima probabilidad de triunfar –ni el más leve indicio o dato concreto, ningún cálculo lógico o razonamiento desapasionado-. A partir de la conquista de Manchuria (1931), la política exterior japonesa fue una acumulación interminable de desatinos cuyo peso terminó por aplastar en la dirigencia japonesa toda capacidad de autocrítica y de evaluación objetiva de los hechos, sucumbiendo a una deletérea mixtura de miopía, ambición desmedida, arrogancia y testarudez; sus movimientos estaban también condicionados por la inseguridad del advenedizo, derivada del estatus de potencia emergente, y por una tendencia a la autocompasión alimentada por la idea de que Occidente no reconocía al país el lugar que le correspondía entre los grandes del orbe. La actuación del Japón en el plano internacional era la de un matón resentido que alegara verse empujado a agredir a los demás. La pobreza de sus recursos materiales y la vulnerabilidad de su condición insular, dependiente de rutas de navegación y de relaciones comerciales notoriamente expuestas, eran factores que restringían severamente las proyecciones de cualquier expansionismo agresivo. En la víspera de Pearl Harbor, la nación cuyos dirigentes arrojaron a una imprudente empresa bélica distaba mucho de nadar en la abundancia; las tropas destacadas en territorio chino estaban famélicas, mientras que un riguroso racionamiento de los artículos de primera necesidad –sobre todo alimentos- atenazaba la vida cotidiana de la población civil. La industria militar apenas podía abastecerse de materias primas, al extremo que el centro de Tokio se vio despojado de las suntuosas vallas metálicas que rodeaban los edificios gubernamentales: los fusiles y los buques de guerra demandaban todo el metal disponible. La escasez de petróleo, en fin, era un escollo estratégico de primerísima magnitud. Continúa leyendo

Gérard Miller - Sobre el VSU (el voto supuesto útil)

Intervención pronunciada durante la Marcha por la VI República organizada por Francia Insumisa, donde G. Miller nos recordará distintos momentos en la Historia de Francia donde los conservadores se han opuesto a las iniciativas de la izquierda por no considerarlas “realistas” (mismo argumento que insiste hoy), y que no obstante “no hay prácticamente un solo progreso social que no hubiera habido que imponer, que arrancárselo a todos aquellos que consideran que el único mundo posible es aquel en el que viven”. Continúa leyendo

La civilización como fracaso: foto sin shop, Gustavo Dessal


En un texto escrito especialmente para la agencia Télam, el escritor y psicoanalista argentino Gustavo Dessal, radicado en España desde 1982, reflexiona sobre algunos efectos de la cultura de la imagen, cuando en nuestras sociedades, huérfanas del sentido de la tragedia, se enfrentan, sin desear, menos a la brutalidad del dolor que a una “ignorancia” que lo promueve y promociona, y que lo hace circular como valor de cambio y de uso.
Por Pablo E. Chacón 

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La prisión de los Jemeres Rojos por la que pasaron 14.000 personas y sólo siete sobrevivieron


Chum Mey es uno de los siete sobrevivientes que lograron salir con vida de la prisión de Tuol Sleng, en Phnom Penh, la capital de Camboya. Ésta  fue dirigida por los Jemeres Rojos entre 1976 y 1979, uno de los gobiernos autoritarios más sangrientos de la historia de la humanidad. Cerca de 14.000 personas fueron torturadas y asesinadas allí. Continúa leyendo

Iñaki Gabilondo: Robespierre

A Pablo Iglesias se le ocurrió ayer repasar en el Parlamento la galería de los horrores de la corrupción vinculada al PP y preguntar a Rajoy lo que, en algunas ocasiones, yo también me he preguntado: ¿a partir de cuántos casos aislados dejan de ser casos aislados?

Rajoy se lo quitó de encima recordando a Robespierre a la Convención y a la guillotina, como acusándole de una especie de linchamiento que si no pasa a mayores, aunque a Iglesias le gustaría, es porque son otros tiempos. Pero todos deberíamos insistir porque aunque parezca que ya es asunto pasado y empieza a aburrir es imprescindible que no bajemos la guardia para insistir al Partido Popular que no es aceptable cómo ha resuelto, cómo está pretendiendo resolver el problema de la corrupción.

Muchos, entre los que me incluyo, consideran un indecente escamoteo el juego de espejos, fintas y regates en corto con el que nuestro primer partido se ha sacudido de encima asuntos como los sobresueldos, la Caja B, la Gürtel, etcétera, que exigían y siguen exigiendo una asunción de responsabilidades políticas claras.

Yo no soy Robespierre, que en paz descanse, ni quiero guillotinar a nadie, pero creo que el principal partido de este país nos debe una verdad y aunque muchos se aburran y piensen que es un asunto pasado, sigue debiéndonos una verdad. Una verdad tan rotunda y solemne, como rotunda y solemne fue la mentira de que el febrero de 2009, cuando compareció la cúpula del partido para decir que la Gürtel era un invento contra el Partido Popular.

Cuerpos en el campo de concentración


27 de enero 1945. Cuerpos de muertos por todo el campo, muchos de ellos fallecidos por hambre, trabajos forzados y negligencia de su estado. El campo fue liberado por soldados de la Unión Soviética en la First Army of the Ucranian Front bajo la comandancia de Marshal Koniev.