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Japón 1941, Eri Hotta


«Un fenómeno que puede notarse por toda la historia, en cualquier lugar o período, es el de unos gobiernos que siguen una política contraria a sus propios intereses. (…) ¿Por qué quienes ocupan altos puestos actúan, tan a menudo, en contra de los dictados de la razón y del autointerés ilustrado?». Barbara Tuchman
Lo del 7 de diciembre de 1941 califica perfectamente como una pasmosa muestra de locura en la conducción de un estado; no por casualidad Barbara Tuchman le dedica unas páginas en la introducción de La marcha de la locura, su estupendo libro sobre la insensatez gubernamental. En efecto, el ataque japonés a Pearl Harbor responde a cabalidad al concepto tuchmaniano de gobierno contrario al propio interés: la especie de mal gobierno signada por la persistencia perversa en una política que se sabe inviable o contraproducente. Los líderes japoneses embarcaron a su país en la más temeraria de las aventuras a sabiendas de que nada sugería la más mínima probabilidad de triunfar –ni el más leve indicio o dato concreto, ningún cálculo lógico o razonamiento desapasionado-. A partir de la conquista de Manchuria (1931), la política exterior japonesa fue una acumulación interminable de desatinos cuyo peso terminó por aplastar en la dirigencia japonesa toda capacidad de autocrítica y de evaluación objetiva de los hechos, sucumbiendo a una deletérea mixtura de miopía, ambición desmedida, arrogancia y testarudez; sus movimientos estaban también condicionados por la inseguridad del advenedizo, derivada del estatus de potencia emergente, y por una tendencia a la autocompasión alimentada por la idea de que Occidente no reconocía al país el lugar que le correspondía entre los grandes del orbe. La actuación del Japón en el plano internacional era la de un matón resentido que alegara verse empujado a agredir a los demás. La pobreza de sus recursos materiales y la vulnerabilidad de su condición insular, dependiente de rutas de navegación y de relaciones comerciales notoriamente expuestas, eran factores que restringían severamente las proyecciones de cualquier expansionismo agresivo. En la víspera de Pearl Harbor, la nación cuyos dirigentes arrojaron a una imprudente empresa bélica distaba mucho de nadar en la abundancia; las tropas destacadas en territorio chino estaban famélicas, mientras que un riguroso racionamiento de los artículos de primera necesidad –sobre todo alimentos- atenazaba la vida cotidiana de la población civil. La industria militar apenas podía abastecerse de materias primas, al extremo que el centro de Tokio se vio despojado de las suntuosas vallas metálicas que rodeaban los edificios gubernamentales: los fusiles y los buques de guerra demandaban todo el metal disponible. La escasez de petróleo, en fin, era un escollo estratégico de primerísima magnitud. Continúa leyendo

La civilización como fracaso: foto sin shop, Gustavo Dessal


En un texto escrito especialmente para la agencia Télam, el escritor y psicoanalista argentino Gustavo Dessal, radicado en España desde 1982, reflexiona sobre algunos efectos de la cultura de la imagen, cuando en nuestras sociedades, huérfanas del sentido de la tragedia, se enfrentan, sin desear, menos a la brutalidad del dolor que a una “ignorancia” que lo promueve y promociona, y que lo hace circular como valor de cambio y de uso.
Por Pablo E. Chacón 

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La guerra de independencia de Argelia


La Guerra de Independencia de Argelia (también llamada Guerra de Argelia o Guerra de Liberación de Argelia; en francés Guerre d'Algerie y en árabe حرب التحرير الجزائرية) tuvo lugar entre 1954 y 1962 y fue un periodo de lucha del Frente Nacional de Liberación de Argelia (FLN), contra la colonización francesa establecida en el país desde 1830.
Tras la Segunda Guerra Mundial en la sociedad argelina empezó a crecer un sentimiento anticolonialista. Muchos militares argelinos que habían colaborado a liberar Francia se vieron frustrados por el trato que la metrópoli daba a los ciudadanos nativos. Tras la Guerra de Indochina fueron bastantes los soldados argelinos del Ejército francés que empezaron a considerar que era el momento de obtener la independencia para Argelia. La guerra se llevó a cabo en forma de lucha de guerrillas y enfrentamientos contra el Ejército francés y las unidades adicionales de origen local llamadas harkis. En la actualidad, el término «harki» se utiliza en Argelia como sinónimo de traición.
Los civiles de origen europeo y argelino fueron desde el principio blanco de atentados terroristas por parte tanto del FLN como de las organizaciones paramilitares francesas como la OAS. Hubo varios episodios muy sangrientos como el ocurrido en El Alia. Sobre el número de muertos se habla de una cifra de 33.000 franceses y un número superior de argelinos. El FLN habla en torno al millón de muertos, aunque hay autores que rebajan el número de muertos del bando nacionalista y recuerdan que el FLN mató a todo argelino que, según ellos, colaboraba con los franceses. Hay autores que dicen que en 1962 hubo más muertes que en otros años. Los guerrilleros independentistas del FLN se autodenominaban djounoud o muyahidines. El Ejército francés respondió tratando de obtener el máximo de información, en particular utilizando la tortura, para localizar a los responsables de atentados, lo que se agudizó durante la batalla de Argel. El FLN luchó también contra otras corrientes independentistas, resultando esta corriente la predominante. La guerra terminó con el reconocimiento por Francia, a través de los acuerdos de Evian de la independencia de Argelia el 5 de julio de 1962. Significó la expulsión de alrededor de un millón de colonos europeos originarios de Francia, Italia o España, así como miembros de minorías religiosas, como los judíos. 

Antecedentes: la Argelia francesa
Conquista de Argelia

Desde el siglo XVI, Argelia había sido una provincia del Imperio Otomano, que hacia 1830 atravesaba una profunda crisis política y económica. Bajo el pretexto de la piratería habitual en el Mar Mediterráneo por parte de argelinos, más un conflicto diplomático, Francia invadió y se anexó Argelia. Además de soportar la afrenta de ser gobernado por un poder extranjero no musulmán, muchos argelinos perdieron sus tierras con el nuevo gobierno o con los colonos. Los líderes tradicionales fueron eliminados, encerrados, o hechos irrelevantes, y el tradicional sistema educacional fue desmantelado; las estructuras sociales fueron presionadas hasta el punto de quiebre. Vista por los europeos con condescendencia a lo mejor, y desprecio a lo peor, los argelinos soportaron 132 años de subyugación colonial. En la primera parte de la colonización francesa, los musulmanes y judíos eran vistos como nacionales franceses, pero no como ciudadanos franceses.
En 1865, Napoleón III les permitió a los argelinos solicitar la total ciudadanía francesa, una medida que pocos tomaron, ya que involucraba renunciar al derecho de ser gobernado por la sharia (ley islámica) en asuntos personales, y fue considerado un tipo de apostasía; en 1870, la ciudadanía francesa se hizo automática para los judíos, una decisión que enojó enormemente a los musulmanes, quienes comenzaron a considerar a los judíos como los cómplices del poder colonial.
No obstante, este periodo vio el progreso en la salud, algunas infraestructuras, y la expansión global de la economía de Argelia, así como la formación de nuevas clases sociales, que, tras la exposición de ideas de igualdad y libertad política, ayudaría a propulsar al país hacia la independencia. Durante los años de dominio francés, las luchas por sobrevivir, coexistir, lograr la igualdad, y conseguir la independencia dieron forma a una gran parte de la identidad nacional argelina. Después de la Segunda Guerra Mundial, la igualdad de derechos fue proclamada el 7 de marzo de 1944, y posteriormente confirmada por la Loi Lamine Gueye el 7 de mayo de 1946, que concedía la ciudadanía francesa total a todos los ciudadanos de cualquier departamento de ultramar francés. Una nueva ley el 20 de septiembre de 1947, permitía a los argelinos acceder a la ciudadanía sin renunciar a su condición personal musulmana. Argelia tenía una posición exclusiva en el dominio colonial francés, debido a que a diferencia de las demás posesiones adquiridas por la potencia europea en el Siglo XIX, Argelia era considerada y legalmente clasificada como parte integral de Francia.

Nacionalismo argelino

Muchos argelinos participaron en la Primera Guerra Mundial luchando del lado de Francia. Los argelinos sirvieron como tirailleurs (tales regimientos ya habían sido creados en 1842). Con los Catorce Puntos de Woodrow Wilson, se proclamaba en el quinto punto la autodeterminación de los pueblos. Algunos intelectuales argelinos, apodados Ulemas, comenzaron a nutrir el deseo de independencia, autonomía y autogobierno. Dentro de este contexto, un nieto de Abd al-Qádir, antiguo emir de Argelia antes de la conquista, encabezó la resistencia contra la ocupación francesa desde la primera mitad de la década de 1920. Fue miembro del comité de dirección del Partido Comunista Francés. En 1926, fundó el Étoile Nord-Africaine, facción independentista a la que Messali Hadj, también miembro del Partido Comunista, se unió al año siguiente.
La Étoile Nord-Africaine se separó del Partido Comunista en 1928, antes de que el gobierno francés lo disolviera en 1929. En medio del creciente descontento de la población de Argelia, la Tercera República Francesa (1871 - 1940) reconoció algunas demandas, cosa que enfureció a los argelinos de origen europeo, que se manifestaron en contra. Los partidos independentistas fueron disueltos en 1937, y sus líderes fueron encarcelados. Se fundó entonces el Partido Popular de Argelia, que si bien no buscaba la independencia, pedía una amplia autonomía. Este nuevo partido también se disolvió, en 1939. Durante la Francia de Vichy se intentó derogar la ley que concedía a los judíos ciudadanía francesa de nacimiento, sin éxito. El Frente de Liberación Nacional, fundado en 1954, tenía un brazo armado cuya intención era iniciar una lucha armada contra la autoridad francesa. Francia, que acababa de perder Indochina, se determinó a no perder la siguiente guerra anticolonial, sobre todo siendo su colonia más antigua y cercana.

Cronología de la guerra
Comienzo de las hostilidades

En las primeras horas de la mañana del 1 de noviembre de 1954, un grupo guerrillero del FLN atacó diversos objetivos militares y civiles en toda Argelia, en lo que se conoció como Toussaint Rouge ("Día de todos los santos rojo"). Desde El Cairo, el FLN había transmitido un programa pidiendo a los musulmanes de toda Argelia a unirse a la lucha nacional por la "restauración de la nación argelina, soberana, democrática y social, dentro de los principios del Islam". Pierre Mendès France, Primer Ministro de Francia, declaró ante la Asamblea Nacional: "Uno no tiene compromiso cuando se trata de defender la paz interior de la nación, la unidad e integridad de la República. Los departamentos de Argelia son parte de la República Francesa. Argelia ha sido francesa durante mucho tiempo , y es irrevocablemente francesa... Entre Argelia y la Francia metropolitana no puede haber una secesión concebible". En un primer momento, y a pesar del creciente nacionalismo, la mayoría de los argelinos estaban a favor de conservar su Status Quo. Menos de quinientos combatientes pro-independencia podrían contarse al inicio del conflicto. Sin embargo, debido a la constante represión francesa al pueblo argelino durante la guerra, el número de rebeldes no tardó en aumentar.

El Frente de Liberación Nacional (FLN)

Durante el primer año de la guerra, la Unión Democrática del Manifiesto Argelino (UDMA), liderada por Ferhat Abbas, los ulemas, y el Partido Comunista Argelino mantuvieron una amistosa neutralidad hacia el Frente de Liberación Nacional. Los comunistas, que inicialmente no habían hecho ningún movimiento para cooperar en el levantamiento al principio, más tarde trataron de unirse al FLN, pero los líderes del mismo repudiaron públicamente el apoyo de este partido. En abril de 1956, Ferhat Abbas viajó a El Cairo, donde se unió formalmente al FLN. Después del colapso del MTLD, el veterano nacionalista Messali Hadj formó el Movimiento Nacional Argelino (MNA), que abogaba por una revolución violenta cuyo objetivo sería la total independencia de Argelia, similar al FLN, pero destinado a competir contra el mismo.
El Ejército de Liberación Nacional (brazo armado del FLN) posteriormente acabó con la operación guerrillera del MNA en Argelia, y el movimiento de Messali Hadj perdió la poca influencia que había obtenido allí. Sin embargo, el MNA retuvo el apoyo de varios trabajadores argelinos mediante la Unión de Trabajadores de Argelia, en Francia. Para oponrse al MNA, el FLN también estableció una organización en Francia. A lo largo de la guerra de la independencia, diversas batallas en Francia se libraron entre ambos frentes, con un saldo de casi cinco mil muertos.
En el frente político, el FLN trabajó para persuadir y coaccionar a las masas argelinas para apoyar los objetivos del movimiento independentista a través de contribuciones. Sindicatos, asociaciones profesionales, organizaciones estudiantiles y grupos femeninos influenciados por el FLN fueron creados con tal de atraer a la población. Sin embargo, también en este caso, el chantaje y la coacción violenta fueron muy utilizados. Frantz Fanon, un psiquiatra de Martinica que se uniría al FLN y se convertiría en uno de sus líderes políticos, proporcionó justificaciones intelectuales sofisticadas para el uso de la violencia por parte del Frente en su afán de lograr la independencia. Desde El Cairo, Ahmed Ben Bella ordenó la liquidación de potenciales interlocuters valables, representantes independientes de la comunidad musulmana moderada que buscaba negociar reformas con Francia sin separarse de ella.
A medida que la influencia del FLN obtenía influencia en el campo, muchos agricultores europeos (llamados Pieds-Noirs), la mayoría de los cuales vivían en tierras que habían robado a las comunidades musulmanas, vendieron sus propiedades y buscaron refugio tanto en Argel como en otras ciudades de Argelia. Después de una serie de sangrientas masacres y bombardeos aleatorios por parte de los argelinos musulmanes en varios pueblos y ciudades, los Pieds-Noirs y la población francesa urbana comenzaron a exigir al gobierno de Francia sanciones más severas, incluido declarar el estado de emergencia, la pena capital para los culpables, e incluso se llego a hablar de exigir un "ojo por ojo" contra la población argelina. Varios arrestos arbitrarios y ataques contra supuestos miembros del FLM se efectuaron.
En 1955, los grupos políticos coloniales convencieron a los gobernadores generales enviados por Francia de que los militares no eran la forma de resolver el conflicto. Un gran éxito fue la llegada de Jacques Soustelle, político gaullista y etnólogo, como Gobernador General de Argelia, que trató de mejorar las condiciones de vida de la población argelina musulmana, sin mucho éxito, y que posteriormente acabaría reprimiéndolos al continuar la guerra.

Después de la matanza de Philippeville

El FLN había adoptado técnicas similares a las de los nacionalistas asiáticos en Indochina, y los franceses no se dieron cuenta del reto al que se enfrentaban hasta 1955, cuando el FLN se trasladó a zonas urbanizadas. La matanza en la ciudad de Philippeville, actualmente llamada Skikda, con 123 muertos en agosto de 1955, fue un punto de inflexión en la guerra. Antes de la masacre, el FLN tenía como plan atacar solo objetivos militares y gubernamentales, evitando bajas civiles, pero el comandante local de la Provincia de Constantina decidió que hacía falta un golpe "más drástico". En respuesta, Soustelle mandó a reprimir todavía más a los argelinos. El gobierno afirmó más tarde haber matado 1,273 miembros del FLN, pero de acuerdo con la propia organización y The Times, 12,000 argelinos fueron masacrados por las fuerzas armadas francesas (con intervención de diversas bandas de Pieds-Noirs. Después de las medidas severas tomadas por Soustelle, se desató finalmente una guerra sin cuartel, hasta entonces medianamente contenida.
El sucesor de Soustelle, el Gobernador General Lacoste, disolvió la asamblea argelina. Si bien esta estaba dominada por los Pieds-Noirs, Lacoste la vio como un obstáculo a su administración, y decretó el Estado de Emergencia en Argelia. Concedió al ejército y la policía excepcionales poderes con tal de contener al FLN, algo de dudosa legalidad dentro de la ley francesa. Al mismo tiempo, Lacoste proponía mayor autonomía para Argelia y un gobierno descentralizado. Sin dejar de ser parte integral de Francia, Argelia debía ser dividida en cinco distritos, cada uno de los cuales tendría una asamblea territorial elegida de una lista de candidatos. Hasta 1958, los diputados que representaban los distritos de Argelia fueron capaces de retrasar la aprobación de la medida de la Asamblea Nacional de Francia.
Entre agosto y septiembre de 1956, los líderes de las guerrillas del FLN de Argelia (popularmente conocidos como "internos") se reunieron para formar un órgano normativo formal para sincronizar las actividades políticas y militares del movimiento. La máxima autoridad del FLN se confirió a los treinta y cuatro miembros del Consejo Nacional de la Revolución Argelina, dentro del cual el Comité de Coordinación y Control, compuesto por cinco hombres, formó el poder ejecutivo. Los directivos del FLN que se encontraban en Marruecos o en Túnez (los "externos"), incluyendo Ahmed Ben Bella, sabían de la realización de la conferencia, pero no pudieron asistir.
En octubre de ese mismo año, la Fuerza Aérea Francesa interceptó un DC-3 marroquí que volaba con destino a Túnez, llevando a Ben Bella, Mohammed Boudiaf, Mohamed Khider y Hocine Aït Ahmed, y lo obligó a aterrizar en Argel. Lacoste mantuvo encarcelados a los líderes políticos externos del FLN durante todo el resto de la guerra, lo que endureció la postura de los rebeldes argelinos. Durante 1957, el FLN se debilitó debido a la brecha entre los líderes internos y externos. Para detener esta deriva, el FLN amplió su comité para incluir a Ferhat Abbas y a los políticos encarcelados como Ben Bella. También lograron convencer a las Naciones Unidas para que presionaran diplomáticamente al gobierno francés con el fin de negociar un alto al fuego.

Batalla de Argel

Para aumentar la atención internacional y nacional francesa a su lucha, el FLN decidió llevar el conflicto a todas las ciudades del país, llamando a una huelga general y colocando bombas en lugares públicos. El ejemplo más notable fue la Batalla de Argel, que comenzó el 30 de septiembre de 1956, cuando tres mujeres colocaron explosivos de forma simultánea en tres sitios, incluyendo las oficinas de Air France. Durante toda la primavera de 1957, el FLN llevó a cabo bombardeos y tiroteos por toda la ciudad de Argel, con un resultado de numerosas bajas civiles y una aplastante respuesta de las autoridades.
Al general Jacques Massu se le dieron instrucciones de utilizar cualquier método que considerase necesario para restablecer el orden en la ciudad y encontrar y eliminar a los rebeldes. El uso de paracaidistas acabó con la huelga y destruyó la infraestructura del FLN en Argelia. Sin embargo, para entonces el FLN ya había demostrado su capacidad para golpear al ejército francés y de lograr una respuesta masiva entre la población musulmana. La publicidad que el FLN entregó a los medios demostrando como el ejército francés acababa con los rebeldes con métodos brutales, incluyendo la tortura, toque de queda, y represión, acabaron con la imagen internacional de lo que anteriormente parecía una "pacificación" o "operación de orden público", pasando a ser vista como una guerra colonial llena de violaciones a los derechos humanos.

Guerra de guerrillas

Entre los años 1956 y 1957, el FLN aplicó con éxito el método de guerra de guerrillas. Mientras que por un lado se dedicaban a atacar objetivos militares y políticos, también se ocupaban de coaccionar e intimidar a cualquiera que mostrara simpatía con la autoridad francesa en la región. Esto dio lugar a actos de tortura sádica contra todos los anteriormente mencionados, incluyendo mujeres y niños. El FLN evitaba el contacto con la potencia de fuego superior de Francia, y dirigía sus fuerzas internas a patrullas del ejército, campamentos militares, puestos de policías y granjas, minas y fábricas coloniales, así como a los medios de transporte y de comunicaciones. El FLN poco a poco fue obteniendo el control parcial sobre territorio argelino en Aurés, la Cabilia y algunas áreas montañosas de Constantina, también el sur de Argel y Orán. En estos lugares, el FLN colocó pequeños gobiernos temporales militares simples pero efectivos, que fueron capaces de recaudar impuestos y alimentos, y reclutar mano de obra. Sin embargo, no fue capaz de mantener posiciones fijas.

Operaciones de contrainsurgencia francesas

A pesar de las quejas de los mandos militares de Argel, el gobierno francés se mostró reacio durante muchos meses a reconocer que la situación en Argelia estaba fuera de control y que lo que se consideraba oficialmente como una operación de pacificación se había convertido en una guerra. Para 1956, había más de 400,000 soldados franceses en Argelia. Aunque las unidades de infantería en el aire colonial de élite y la legión extranjera cargaron con el peso de las operaciones de contrainsurgencia ofensivas de combate, aproximadamente ciento setenta mil argelinos musulmanes servían en el ejército regular francés, la mayoría de ellos como voluntarios. Francia también envió su fuerza aérea y unidades navales a Argelia, incluyendo helicópteros. Además de servirles como ambulancia, los franceses utilizaron helicópteros por primera vez en ataques terrestres para destruir las unidades guerrilleras del FLN, método que más tarde los Estados Unidos usarían en la Guerra de Vietnam. Los franceses también utilizaron napalm.
El ejército francés intentó reanudar la administración local de Argelia a través de la Section Administrative Spécialisée (Sección Administrativa Especial o SAS por sus siglas en francés) creado en 1955. El SAS trató de establecer contacto con la población musulmana argelina para debilitar la influencia nacionalista en zonas rurales mediante la afirmación de "presencia francesa" allí. Los oficiales de la SAS (llamados képis bleus, que se traduciría como gorras azules), también entrenaron harkis, argelinos a favor de la presencia francesa, para que pelearan contra el FLN. Los harkis, aproximadamente 180.000 voluntarios, más que los activistas del FLN, eran un excelente instrumento en las operaciones de contrainsurgencia.

Los harkis eran generalmente usados en formaciones convencionales, junto al ejército francés, y también fueron utilizados en operaciones de bandera falsa. En 1956, Francia creó una una organizada unidad guerrillera de bandera falsa, la Organización de Resistencia de la Argelia Francesa, cuyo objetivo era llevar a cabo operaciones terroristas de bandera falsa con el objetivo de sofocar cualquier esperanza de compromiso político. El FLN también utilizó bandera falsa contra el ejército francés en una ocasión, con la Fuerza K, un grupo de mil argelinos que se ofrecieron voluntariamente para servir como guerrilleros para los franceses. Pero la mayoría de ellos eran o bien miembros del FLN o bien habían sido rechazados por estos una vez alistados. El ejército francés descubrió la bandera falsa y trató de perseguir a la Fuerza K, pero unos seiscientos lograron escapar y reunirse con FLN llevando armas y equipo. Wikipedia

NANKING: EL HOLOCAUSTO OLVIDADO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL – Iris Chang

Diciembre de 1937, las tropas del Ejército Imperial del Japón, en su cruenta guerra con China, toman la que entonces era su capital, Nanking. Comienza a partir de ese momento la mayor pesadilla que nunca pudieron imaginar los habitantes de aquella ciudad. Más de 300.000 asesinados, según los datos que ofrece el Memorial de Nanking, supusieron las atrocidades perpetradas por 50.000 soldados nipones. Es una de las mayores masacres cometidas antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial y, seguramente, una de las menos conocidas. Hay muchos motivos que explican que esta matanza no haya sido tan popular como las producidas posteriormente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, pero desde luego fue un aviso muy serio de lo que se podía esperar de un imperio japonés dominando el continente asiático.
La autora de este conmovedor relato es la tristemente fallecida periodista Iris Chang (1968-2004), escritora que abordó con valentía y fuerza de voluntad un tema que sigue siendo hasta nuestros días fuente de polémica en Japón y China, aunque por motivos bien diferentes entre un país y otro.  
El libro está publicado por la editorial Capitán Swings, consta de apenas 400 páginas y es un relato, una reflexión y una denuncia sobre un tema que no está cerrado, ni mucho menos. Chang recibe esta información gracias a sus padres, los cuales vivieron una gran parte de su vida en la China continental. A partir de este momento decide investigar qué pasó en Nanking 1937 y, sobre todo, por qué se habla tan poco de una masacre de esas características tan brutales. En su lucha por esclarecer esta incomoda verdad decide apostar por el testimonio de víctimas y verdugos, ligando el relato de los hechos con los testimonios de los protagonistas. El trabajo de Chang es a su vez un alegato por la recuperación de la Memoria Histórica; no solo decide aventurarse en una descripción aséptica de la masacre, sino que osa ir más allá trasladando la polémica matanza hasta el momento presente. ¿Qué significó, y significa hoy en día esta matanza en China y Japón?
Chang demuestra que las versiones en ambas naciones están en las antípodas. Mientras para China es un genocidio sin parangón, para muchos japoneses no deja de ser una consecuencia terrible de la guerra donde las cifras de muertos siempre se ofrecen a la baja. En Japón, a diferencia de Alemania, no ha existido tan claramente un sentimiento de culpa colectiva por sus acciones durante la Segunda Guerra Mundial, el ocultismo y la deformación de la realidad histórica es un hecho palpable hoy en día. Numerosos han sido a lo largo de los años, y no tan alejados precisamente, los ministros y demás altos cargos que han tenido que dimitir por negar la matanza, o al menos justificarla, de ahí que el tema en el país nipón sea controvertido. Un ejemplo: el alcalde de Nagasaki, Sr Motoshima Hitoshi, responde en un pleno municipal a una pregunta formulada por el partido comunista japonés sobre la posible culpabilidad del emperador Hiroito en el desencadenante de la guerra (estamos en diciembre de 1987); su respuesta fue su sentencia de muerte: para el Sr. Hitoshi, soldado nipón en la guerra, el emperador fue el responsable de la guerra. Después de furibundos ataques desde todas las capas de la sociedad, Motoshima Hitoshi acaba siendo asesinado el 18 de enero de 1990 de un tiro en la espalda realizado por un fanático ultranacionalista.
La verdad se silencia en Japón desde los mismos libros escolares, así de rotundo lo afirma la autora del libro, Iris Chang. En este libro de muerte y denigración también hay un sitio para los héroes, personas de carne y hueso que arriesgaron su vida en defensa de los habitantes de Nanking: nombres como el del alemán John Rabe, hombre de negocios que entonces trabajaba para la empresa Siemens y, curiosamente, miembro del partido nazi; Robert Wilson, cirujano; Wilhemina Vautrin, directora de estudios al Ginling Women’s Arts and Sciencie College de Nanking; John Magee, presidente de la sección de la Cruz Roja y al que se le debe la valentía de haber filmado las masacres; George Fitch, director de la l’YMCA; Lewis Smythe, sociólogo; Miner Searles Bates, historiador; James McCallum, misionero en China. Un sentido homenaje hacia todos ellos: la autora no ceja en insistir, sin ellos el mundo sería peor, Nanking y sus habitantes les reconocen su dignidad y no los olvida.
En definitiva, un libro de historia, pero también un libro para reflexionar sobre la naturaleza humana y, además, un alegato frente a la deformación de la realidad histórica y sus consecuencias en las próximas generaciones. Fuente: hislibris

Campos de concentración y trabajo forzado



La Alemania nazi se aprovechó de la mano de obra de los pueblos conquistados poco después de la ocupación de sus países. Más de catorce millones de personas fueron llevadas  por la fuerza a trabajar en Alemania y a ellos se debe agregar dos millones y medio de prisioneros de guerra. Lee más

Las juventudes hitlerianas


Seguramente pocas generaciones de jóvenes a lo largo de la Historia han sido tan adoctrinadas y manipuladas por un gobierno como aquellas que vivieron en Alemania durante la época del Tercer Reich (1933-1945). A lo largo de estos años, los jóvenes, tanto chicos como chicas, fueron educados única y exclusivamente para convertirse en los futuros miembros del Reich milenario, la élite racial aria que sometería a los pueblos inferiores. De ello se encargarían principalmente Baldur Von Schirach, desde 1931 hasta 1940, y Artur Axmann, desde 1940 hasta el final de la guerra. Por cierto que ambos, a pesar de su grave responsabilidad, lograron eludir la pena de muerte, el primero en los Juicios de Núremberg, siendo condenado a veinte años de prisión, y Axmann escondiéndose después de la guerra, aunque posteriormente sería apresado y juzgado varias veces. 
La historia del movimiento de juventudes en Alemania comienza propiamente con el siglo XX, cuando surge el grupo de los Wandervögel o “Aves Errantes”, de religión protestante y carácter romántico, chicos y chicas que gustaban de errar por los caminos propugnando una vida sana y sencilla y que menospreciaban a la sociedad, la política y el Estado. Se unieron al ejército de forma entusiasta al comienzo de la Primera Guerra Mundial llevados por su romanticismo nacionalista y muchos de ellos fueron masacrados por los británicos en la batalla de Langemarck. Menos de la mitad regresaron con vida a sus casas tras el final de la guerra. A este movimiento le sucedió el de las llamadas Bünde o Ligas, de carácter más ascético y elitista y políticamente situadas a la derecha. Es entonces, a comienzos de los años veinte, cuando aparecen las juventudes del NSDAP, las cuales tomarían forma y organización en 1926. Fueron creciendo a la par que la popularidad del Partido Nazi, de forma que ya contaban con unos veinticinco mil miembros en 1930 y más de cien mil poco antes de la llegada de Hitler al poder. En contraste con las Bünde, con las que coexistieron al principio, las Juventudes Hitlerianas absorbieron a chicos de las clases bajas atraídos por la promesa de un futuro mejor. La afiliación se fue haciendo masiva después de 1933 y llegó a ser obligatoria para los mayores de 17 años desde 1939 y para los de 10 a partir de 1941, ya en plena guerra, contando para entonces con unos ocho millones de miembros, incluyendo a la rama femenina de las Hitlerjugend (HJ), la Bund Deutscher Mädel o Liga de Muchachas Alemanas (BDM), creada en 1930. Si bien a los jóvenes de ambos sexos se les inculcaba por igual la devoción al Führer y se les formaba en los rígidos principios del ideario nazi, la formación de los chicos estaba encaminada, sobre todo tras el estallido de la guerra, a su integración en las fuerzas armadas, ya fueran la Wehrmacht o las SS, para lo cual se les entrenaba con maniobras militares y continuos ejercicios físicos, dejando la educación intelectual en segundo plano. A las chicas, por el contrario, se las educaba para ser buenas compañeras de los hombres y futuras madres. Para ello las Juventudes Hitlerianas instituyeron escuelas propias dentro de su estructura, pero que resultaron estar muy alejadas de los estándares educativos normales. Además, el liderazgo se dejaba en manos de los miembros mayores tanto de las HJ como de las BDM, lo que, subraya el autor, devino en continuos problemas disciplinarios desde épocas bien tempranas. Enfrentamientos callejeros, intimidación, robos y violencia estaban a la orden del día, y la conducta sexual de chicos y chicas era notablemente promiscua, abundando en multitud de embarazos adolescentes; la homosexualidad y los abusos sexuales, incluso por parte de personajes prominentes del partido, también eran algo habitual. Otro de los problemas era la dejadez de muchos miembros, jóvenes con criterio propio que encontraban excesivamente pesadas sus obligaciones para con las HJ, que a menudo debían compaginar con su asistencia a la escuela, por lo que dejaban de acudir a las reuniones, marchas y acampadas. También era el caso de aquellos con inquietudes religiosas que seguían asistiendo a la iglesia, sobre todo a comienzos del régimen. En general, puede decirse que tanto el comportamiento como la supuesta moral espartana que debían regir la conducta de los jóvenes hitlerianos, dejaban en muchos de ellos bastante que desear.
Otro de los controvertidos aspectos de la cosmovisión nazi que trata el autor  y que afectaba a los jóvenes, sobre todo a las chicas, era el referido a la eugenesia y la raza. A instancias de Himmler, la BDM y las SS colaboraron para implementar la creación de un programa de pureza racial en el que una élite de mujeres se uniría a miembros escogidos de las SS, incluyendo la creación de guarderías especiales (lebensborn) para sus descendientes. Por supuesto, esto llevaba incluido un completo adoctrinamiento acerca de la inferioridad de las razas judía, eslava y gitana a la vez que fomentaba al odio hacia las mismas. Ello no evitaría, sobre todo bien entrada la guerra, el contacto entre las mujeres alemanas y los prisioneros, sobre todo rusos, polacos y franceses, motivado por la presencia masiva de los hombres en el frente. A la inversa, también se dieron relaciones entre los soldados y oficiales nazis y las mujeres de los países ocupados, incluso de las razas “inferiores”, a menudo con consecuencias para ellas tras la derrota alemana.
En el libro se dedica un apartado a hablar de aquellos grupos que, de una forma u otra, consiguieron mantenerse alejados de la influencia de las HJ o incluso se enfrentaron a ellas, ya fuera por la asimilación de la cultura anglosajona en el caso de los jóvenes “swing”, seguidores del jazz estadounidense y de la moda americana e inglesa y que acudían a clubes nocturnos más o menos clandestinos, o por medio de la acción política más directa como en el caso del grupo “La Rosa Blanca”, liderado por los hermanos Scholl, los Edelweisspiraten, formados por jóvenes de clase trabajadora y que a menudo colaboraban con la Resistencia o llevaban a cabo acciones de sabotaje o los Leipzig Meuten, de ideología socialista o comunista. Muchos miembros de estas agrupaciones terminaron en campos de concentración o fueron ejecutados, como en los casos de Hans y Sophie Scholl, lo cual les ha valido el reconocimiento posterior.
En cuanto a la participación de las Juventudes Hitlerianas en la guerra, el autor destaca por un lado la creación de la 12.ª SS División Panzer Hitlerjugend reclutando a jóvenes nacidos hacia 1926, la cual entró en combate tras el desembarco en Normandía. Operó con un notable desempeño al principio, aunque para septiembre había sido seriamente diezmada. Actuó también de forma destacada en la ofensiva de las Ardenas así como en el frente del este, rindiéndose finalmente en mayo de 1945 a los estadounidenses. Por otra parte está el hecho de la incorporación al ejército de chicos y chicas cada vez más jóvenes en las últimas fases de la guerra, sobre todo como artilleros en las baterías de defensa antiaérea y, en última instancia, incorporados a la Volkssturm, la milicia ciudadana reclutada como último recurso ante el avance de los Aliados. Muchos de ellos participaron en la defensa de Berlín, especializándose en el uso de granadas antitanque. Son muy conocidas las imágenes de un ya decrépito Hitler imponiendo la Cruz de Hierro y felicitando a un grupo de jóvenes hitlerianos en la Cancillería del Reich, el día 19 de marzo de 1945. Mención especial merece para el autor el destino de muchas jóvenes de la BDM quienes, actuando como enfermeras, auxiliares en el frente o incluso portando armas, tuvieron que padecer las represalias de los soldados del Ejército Rojo durante la invasión de Prusia Oriental y la toma de Berlín en forma de violaciones, vejaciones y asesinatos o la deportación, al igual que los hombres, a los campos del sistema Gulag, de donde sólo algunos lograron retornar décadas más tarde.
El libro concluye con una reflexión acerca de la responsabilidad de la juventud. De entrada, Kater argumenta que la gran mayoría de jóvenes que habían militado en las Juventudes Hitlerianas se veían más como víctimas que como parte responsable de un régimen que los había utilizado y luego desechado, privándoles de su juventud y generando un profundo sentimiento de frustración y desconfianza hacia el porvenir. Si bien la cuestión de la complicidad de estos jóvenes en los crímenes del Tercer Reich está fuera de duda, no ocurre lo mismo con la culpabilidad moral, ya que el grado de la misma dependía de la edad, posición jerárquica y de la suma de las actividades criminales en las que hubieran podido participar, como los crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad. Sin duda, bastantes de ellos no podrían haber tomado parte en estos actos, bien por edad, bien por no haber estado físicamente en el lugar de los hechos, aunque es evidente que al final de la guerra la avasalladora maquinaria ideologizante del régimen aún seguía imbuyéndoles de un sentimiento de superioridad racial. La resocialización y educación de estos jóvenes en los valores democráticos occidentales comenzaría ya en los campos de prisioneros dirigidos, sobre todo, por estadounidenses y británicos. Los Juicios de Núremberg y la amnistía decretada en 1946 para todos los jóvenes condenados por infracciones políticas también contribuirían a ello, así como la creación de las “Amerika-Hauser”, institutos para jóvenes a cargo del Departamento de Estado y la implantación de las emisoras de radio estadounidenses, como la American Forces Network (AFN), que emitía tanto contenidos musicales como políticos. No obstante, en los primeros años de la posguerra, habría una fuerte resistencia por parte de un sector de la juventud que aún admiraba al Führer y creía en los valores del nacionalsocialismo, mostrando todavía ciertos prejuicios racistas, sobre todo orientados a los soviéticos. El sociólogo alemán Helmut Schelsky propondría el término “Generación Escéptica” para los jóvenes hasta ya entrada la década de los 60, motivado según él por el escepticismo y desprecio que mostraban por la política y desconfianza hacia las ideologías, así como por su superficialidad, indolencia y materialismo, sobre todo en aquellos miembros más veteranos de las Juventudes Hitlerianas que, por tanto, más tiempo habrían estado expuestos a la influencia adoctrinadora del régimen nazi. Sin embargo serían estos jóvenes los que con el tiempo, aunque atormentados por la culpa, terminaron contribuyendo a la reconstrucción de la democracia en la Alemania Occidental.
En suma, a pesar de ser un ensayo denso, resulta un más que recomendable libro por su profundo análisis del adoctrinamiento nazi y el estudio de los movimientos juveniles de la etapa previa al Tercer Reich y durante el mismo, escrito de una manera clara y accesible aunque, eso sí, es recomendable abordarlo con ciertos conocimientos previos sobre la época y sus protagonistas. Hislibris

Cuando la mujer es el botín de guerra

[...] hay un arma secreta en todo conflicto armado que se reproduce sistemáticamente bajo la mirada anodina del planeta, cuya crueldad debiera escandalizar la moral del mundo civilizado: es la violencia sexual extrema que se inflige sobre las mujeres. Una batalla que se perpetra en el cuerpo de ellas, que son el botín de una guerra decidida, financiada y ejecutada por hombres. [...] Lee más


«Inshallah», una novela de Oriana Fallaci que vaticinó los peligros del fundamentalismo religioso


Dicen a menudo que leer y viajar es prácticamente lo mismo, pero que quien consigue hacer las dos cosas obtiene una perspectiva mejorada de todo cuanto le rodea. Lee más

Niza sí, Siria no


El presente documento es una simple muestra de las atrocidades cometidas a diario por los grupos rebeldes en Siria. No recoge sino los actos recientes que datan de este año y se detiene a fecha del 15 de septiembre de 2013. Dentro de poco presentaremos un documento exhaustivo que recoge todos los crímenes terroristas cometidos en Siria desde el comienzo de la revuelta anti-régimen. A la vista de estas informaciones, pensamos que la comunidad internacional debe fomentar el inicio de las conversaciones entre el gobierno sirio y la oposición, y establecer un dispositivo de reconciliación entre los sirios. Es, según nuestro punto de vista, la única salida de la guerra que desde hace 30 meses destruye a Siria, su pueblo y su civilización. Continúa leyendo

La lucha de la nación kurda


Unos 30 millones de personas comparten una nación, un idioma y religión, pero no tienen estado. Son los kurdos. Repartidos por varios países -Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia según el Instituto Kurdo - están luchando cuerpo a cuerpo contra el Estado Islámico. En Turquía son unos 15 millones de habitantes, lo que supone un 20% de la población turca. En Irak, son la cuarta parte de la población, es decir, unos cinco millones de personas. En Irán, los kurdos suman ocho millones de personas. En la zona kurda de Siria vive un millón de kurdos. En Armenia y Azerbaiyán, los kurdos son medio millón.
Son de origen árabe, aunque sí fueron islamizados, y hoy en día la mayoría son musulmanes. Como su lengua, este pueblo es indoeuropeo, y su idioma pertenece a la rama iraní. Fuente: La Información


Tres soldados israelíes se suicidan tras el ataque a Gaza


Tres soldados israelíes que combatieron en la ofensiva Margen Protector que el Ejército israelí lanzó en Gaza el pasado 8 de julio se suicidaron el mes pasado.
Los tres pertenecían a la Brigada Givati. Un mes antes, se quitó la vida un reservista al que llamaron para servir en el ejército en el norte de Israel en sustitución de soldados que se iban a Gaza. El reservista se suicidó poco después de llegar a la base donde estaba destinado. Fuente: sp.ria.ru/international

Darfur, tensiones entre una población


El conflicto de Darfur, región del este de Sudán, comienza en 2003, cuando se agudizan las tensiones entre la población negra y la de origen árabe, ambas mayoritariamente musulmanas. El germen del problema se cuece en 1980 cuando se producen importantes enfrentamientos entre ambas poblaciones. Las etnias africanas más importantes son los fur, los zaghawa y los masalit. El aumento demográfico de todas ellas y la terrible sequía aumentan la competencia por los escasos recursos de Darfur. La llegada al poder en 1989 de un régimen militar de corte islamista favorece a los grupos étnicos árabes frente a los agricultores negros. La hostilidad crece con la llegada de más población árabe procedente de Chad, Malí y Mauritania.
Ante este panorama dos grupos africanos rebeldes: el Movimiento Justicia e Igualdad (JEM) y el Ejército de Liberación de Sudán (SLA) acusan en 2003 al Gobierno sudanés de oprimir a la población negra y atacan las comisarías.
En febrero de 2003 el Gobierno recurre a la fuerza aérea y a los yanyauid, ganaderos árabes nómadas armados. Así nacen los llamados "demonios a caballo" que por las noches arrasan los poblados de los agricultores negros, matan a los hombres, violan a las mujeres, roban sus víveres y queman sus casas, según observadores internacionales de la ONU.
Campos de refugiados
Estos ataques provocan un éxodo masivo a los campos de refugiados del Chad. Sin embargo, ante la creciente hambruna y los reiterados ataques de los yanyauid, los refugiados se trasladan a nuevos asentamientos en la frontera este de Chad. Se trata de más de un millón de refugiados repartidos en doce campos asentados a lo largo de 700 kilómetros de desierto fronterizo. Llevan allí más de cinco años viviendo.
Según informes de la ONU "la violencia sexual contra las mujeres constituye un fenómeno generalizado, que no sólo trata de humillar y atemorizar a la población femenina, sino que persigue aumentar de este modo la población árabe".

Hoja de ruta de los conflictos en Darfur

La tensión entre las ONGs y el Gobierno sudanés, que las considera a estas organizaciones testigos incómodos, se rompe con la decisión de expulsar a trece de ellas del país, lo que está provocando que millones de personas se vean privadas de atención sanitaria, agua y alimentos. Tanto Naciones Unidas, como la Unión Africana, enviaron tropas en 2004 con el fin de supervisar el alto el fuego que no cumplió el Chad.

En 2005 una comisión internacional comprobó la existencia continua de violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos en Darfur y constató que el sistema de justicia sudanés carecía de capacidad y de voluntad para abordar estos crímenes.
En julio de 2008 el fiscal de la Corte Penal Internacional presenta cargos contra el presidente Omar al-Bashir por crímenes de guerra, de lesa humanidad, así como cargos por genocidio. La sentencia llega en marzo de 2009. El Gobierno de Jartum responde entonces con la expulsión efectiva de las trece ONGs, a las que acusa de colaborar con la Corte Penal Internacional.

Según las cifras de las Naciones Unidas más de 300.000 personas han muerto en Darfur como resultado de enfrentamientos, enfermedades y hambrunas a lo largo de los últimos seis años y al menos, 2,7 millones de personas han sido forzadas a abandonar sus hogares. Fuente: wikipedia

Los efectos a largo plazo de la II Guerra Mundial


Una encuesta lanzada por la Ludwig-Maximilians-Universitaet (LMU) de  Múnich y la RAND Corporation de Santa Monica (California) señala que los ancianos en cuya infancia infancia sufrieron los traumas de la Segunda Guerra Mundial son más proclives a contraer algunas enfermedades psíquicas y físicas. Fuente: redhistoria

Lo que la industria aprendió de la Primera Guerra Mundial


Muerte, exaltación del patriotismo y estancamiento militar son temas para clases sobre la Primera Guerra Mundial.
Pero lejos del fango de las trincheras, avances en la ciencia y la industria ayudaron a decidir el desenlace del conflicto. Fuente: BBC

La situación actual en Sudán del Sur


Mientras el mundo mira a Oriente Medio y al brote de cólera en África Occidental, la situación en Sudán del Sur empeora sin que nadie hable de ello. Cuatro millones de personas necesitan alimento desesperadamente.  La pobreza extrema en la que ya vivían millones de familias, unidas al conflicto que vive Sudán del Sur desde diciembre del año pasado, han dejado a 4 millones de personas, entre ellas 740.000 niños, menores de 5 años, al borde de la extrema pobreza. Continúa leyendo

Al-Shabab


Harakat al-Shabaab al-Mujahideen (en árabe: حركة الشباب المجاهدين, «Movimiento de Jóvenes Muyahidines»), también conocido como Al-Shabab (en árabe: الشباب, «Los Jóvenes»), es un movimiento yihadista islámico de Somalia, que se desarrolló a raíz de la derrota de la Unión de Cortes Islámicas (UCI) a manos del Gobierno Federal de Transición (GFT) y de su patrocinador, las Fuerzas Armadas de Etiopía tras la invasión de Somalia en 2007. Continúa leyendo

Las esclavas sexuales del Japón



Incluso siendo católica, la coreana Lee Yong-su, que tiene 87 años, jamás perdonará a Japón por convertirla de niña en una esclava sexual de sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial. «Es imposible que los perdone porque destrozaron mi vida», explica a ABC la anciana, que ayer se reunió con el Papa Francisco durante su última jornada en Seúl. Antes de marcharse de Corea del Sur, el Pontífice recordó la tragedia de las «mujeres del consuelo». Lee más

El problema kurdo



Origen del conflicto 
Descendientes de los antiguos medos, los kurdos han carecido de un estado propiamente dicho, si exceptuamos el que dio lugar al Imperio Medo en el año 612 antes de Cristo.
Se constituyó como pequeños principados de estructura tribal, similares a las organizaciones feudales de la Edad Media europea. El pueblo kurdo fue fragmentado por primera vez durante el auge del dominio otomano, que dio lugar a que surgiesen en el Kurdistán dos esferas de influencia: la persa y la otomana. Lee más